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Pasos hacia una colaboración realista y, quizá, por ende, más verdadera (Revista Padres y Maestros) Conocer y asumir divergencias y egoísmosQuizá la más importante de las consecuencias de la "condena al entendimiento' de familia y escuela sea, por ser la primera, la del reconocimiento, por ambas partes y sin autocompasiones exculpatorias, de los puntos de fricción o desacuerdo más frecuentes entre ambas. Vamos a concentrarlos en los tres que creemos que catalizan mayor número de "choques":
1. La unidad y la diversidad
La mayoría de los padres tienen uno o dos hijos en edad escolar. El padre y la madre quieren que su hijo sea tratado en ¡a escuela como la singularidad que es y con la que se le trata en la familia. El profesor, o la profesora, suele tener entre 20, 25 ó 30 "singularidades" en clase. Una porte muy considerable de las reclamaciones, de las quejas, protestas, disconformidades... familiares que llegan a la escuela se hacen pensando únicamente en la hija o el hijo y concibiendo a la escuela como una prolongación de la familia. Y, a veces, universalizando ("todos los padres.,. ") lo que no es más que una cuestión particular, a fin de disfrazar de racionalidad lo que es capricho, por inconsciente que sea. Puede que exista, en carne mortal, el profesor o la profesora capaz de acordar en si las variopintas demandas de los variopintos padres de sus alumnos. Algo cdi como el profesor "maestro" que, corno las clases homónimas, responda por igual a los padres que lo quieren "duro" y a los que lo quieren "blando". Por desgracia, o por suerte, no es el caso de la mayoría real. Uno de los aspectos sin duda más valiosos de la pedagogía LOGSE es la personalización educativo que se recoge en la conocida "atención a la diversidad", Pues bien, la visión particularista de los padres que indicábamos antes no es de su exclusividad. También son muchos los profesores y profesoras que se montan mentalmente un "alumno imaginario" medio -que normalmente coincide con el que es capaz de entenderle, de 'seguirle"-, desconociendo la diversidad de capacidades intelectuales, efectivas y morales de las alumnas y alumnos que tienen ante si.
2. Los consumismos
En España, es frecuente -en unas zonas más que en otras- que la niña o el niño, a partir del último ciclo de Primaria (a veces, antes), viva, una vez finalizada la jornada escolar, un suplemento horario de clases particulares. los que "van bien", para ir todavía mejor, y los que "van mal" para salir del pozo. Estas clases particulares son algo que muchos padres contemplan, y también algunos profesores, como algo que forma parte natural del paisaje escolar. Tan normal que da escalofríos. Quizá el hecho pueda tener alguna explicación benévola que no sea la de la ignorancia o la de la irreflexión. Se nos escapa. la primera que llega a cualquier cabeza sensata es otra: la poca fe en la escuela oficial -sea pública o concertada- y en la profesionalidad de sus profesores. la falta de formación, o de tiempo, de esos padres, en su búsqueda particular de resultados inmediatos, les empuja a buscarse "vicarios" (profesores particulares) que puedan suplir su papel familiar, "El profesor particular que le hemos buscado no acaba de entender por qué suspende o por qué no saca sobresaliente aquí". Frase familiar para tutores y profesores. La familia busca seguridades a corto plazo: que su hijo no suspendo o que saque Notable o Sobresaliente "desde el primer dio de clase", La escuela o el profesorado sabe que todos los procesos, en educación, son lentos, que el curso no acaba ese primer día de clase. Apela, ante los padres, a su profesionalidad como garantía de resultados, La mayoría de las veces, en vano. También es cierto que, en este tipo de "consumismo", existe algo así como una "entente" suficientemente cordial como para que no ahonde más -aireándolo el desencuentro entre escuela y familia. Y, lógicamente, tampoco aquí está libre la escuela de culpa. La ausencia de medidas profesionales de atención personalizado, en muchos casos, propicia tal suerte de consumismo. Si, a la vez, aligera la complejo y fatigosa tarea del docente profesional... Existe otro tipo de consumismo, cada vez más frecuente, que intento introducirse intramuros del propio ámbito escolar y que origina un buen manojo de "conflictos" entre escuela y familia. Un dato: las clases medias actuales de¡ área occidental se han visto considerablemente ensanchadas en los últimos tiempos por el crecimiento continuo que experimenta el "sector Servicios". Son mayoría los padres que afirman que -a falta de otros "bienes''la mejor herencia que pueden dejar a sus hijos es la de una buena educación". Y, realmente, es así; y el que lo sea incluso despierta en el interlocutor (profesor,/a o tutor/a) una consideración positiva. Ahora bien, esa consideración no es ya tan positiva cuando la 'herencia educativa' comienzo a dejar de serio, se convierte en una especie de 'capital invertido' y los resultados en "calificaciones 'puras y duras. Aparece, entonces, el padre o la madre "consumidores escolares" que, en el más puro estilo "clientelista", presionan, piden cuentas, exigen, regatean a la escuela y a sus profesores, un punto, una nota, una promoción, un título..., independientemente de los merecimientos o no merecimientos, de las capacidades o incapacidades de sus vástagos. Son los padres descontentos que, en la medida de sus posibilidades, se saltan los pasos de intermediación en la búsqueda de la autoridad más alta y amenazan con acudir, o acuden, a Inspecciones o Delegados educativos para que se revisen las notas de sus hijos, se tomen medidas con tal profesor o profesora, etc., etc. Pero también aquí muchas escuelas y muchos profesores tienen que entonar, aunque sea en voz bajita, su 'mea culpa', y mirarse a si mismos antes de arrojar todas las piedras sobre "esos padres consumistas que se creen que lo escuela es un supermercado'. No es malo, por mucho que la sabiduría popular se empeñe, arrojar de vez en cuando alguna piedra sobre el tejado propio. Existen profesores que aprueban a sus alumnos, o les mejoran las notas, para "evitarse líos con los padres". En los procesos de enseñanza aprendizaje que se practican en las escuelas españolas, la curiosidad intelectual y los aprendizajes significativos están todavía lejos de ser moneda corriente. El motor del trabajo estudiantil y la pedagogía que lo pone en marcha sigue siendo, en buena medida y en muchas de las escuelas, la noto, la calificación (sobre todo, a partir de¡ final de la Primaria), resultado, normalmente, de una enseñanza bastante pasiva y de una evaluación que sigue siendo 'continuamente' sumativa en manos de profesores cuyo poder educativo (¿?) sólo reside en ella.
3. lnstrucción y Educación
También aquí son frecuentes las botellitas y las escaramuzas entre los componentes de la pareja, más fruto de malentendidos que de malas voluntades. En este apartado, el 'mea culpa" en do mayor hay que buscarlo en el lado de la escuela y de[ profesorado. Es bastante frecuente, todavía hoy, encontrarse con profesores que opinan que su labor profesional en la escuela se limita ci la instrucción, solo a la instrucción y nada más que a la instrucción. La educación en valores, la creación de hábitos y la educación de determinadas actitudes ante la vida son cosa de la familia, ("Bastante tenemos ya con lo materia de nuestros programas como para añadirles ahora contenidos actitudinales, temas transversales...') Incluso les merecen tanto respeto que 'lo mejor es no tocarlos', mantener, respecto a ellas, una exquisita neutralidad. Lo dicho tiene mucho de esperpéntico, de caricaturesco y, por eso mismo, mucho de verdad, El esperpento no cambio la realidad, la presenta bajo otro aspecto para que se vean mejor sus carencias o sus cualidades, Para estos profesionales, todo lo que no sea instrucción pertenece al dominio de lo familiar, de lo privado. Como si el chico o la chica que entran en clase por la mañanita tuvieran que dejar su vida privada, su vida familiar en casa o a la puerta del aula y convertirse, así, en no se sabe qué espécimen de humano exclusivamente racionalista para ser instruido. La "cultura familiar", en el sentido más amplio de la palabra, se viene a clase con ellos Negarse o verlo seria tanto como negar lo evidente y diría muy poco en favor de la tan cacareada profesionalidad de la que suelen alardear los instructores, ¿Qué profesional de la educación -salvo que existan razones menos confesables- se atreve a afirmar en serio que hay que dejar fuera de los procesos de enseñanza-aprendizaje el contexto familiar de sus alumnas y alumnos? También es cierto que el nuevo mapa familiar del que antes hablábamos no favorece demasiado la educaci6n en valores dejándole, a veces, a la escuela un protagonismo que no le corresponde o no debería corresponderle. Es una perogrullada pero, por serio, no deja de ser menos evidente: los padres son los primeros educadores. Y, sin embargo, cada vez son más los que, en abdicación de sus obligaciones educadoras (por las razones que sean), dejan en manos de, profesor o la profesora de su hijo toda la responsabilidad de su educación integral. ¿Por qué será, si no, que los padres que más se quejan, que exigen lo humano y lo divino de los profesores de sus hijos, suelen ser los que menos tiempo y atención les dedican? Profesores y profesoras complementarán, reforzarán e incluso corregirán hábitos, costumbres, actitudes, valores... pero nunca podrán suplir a la familia.
Ámbitos, tiempos y espacios de diálogo Como hemos dicho en algún momento, líneas arriba, detrás de los desacuerdos entre familias y escuela hay más malentendidos cargados de afectividad que malas voluntades, También hemos dicho que es natural que se produzcan, que el diálogo sea siempre frágil, porque padres y profesores ve realidades distintas en la mismo persona. Pero es que, además no todas las familias pretenden lo mismo de la escuela respecto o sus hijos e hijos ni todas las escuelas ni profesores pretenden lo mismo de los padres respecto a sus alumnos y alumnos. lo que no pueden hacer unos y otros es quedarse quietos en la contemplación y aceptación de ese estado de la cuestión. Seria algo tan triste como admitir que no hay colaboración posible y propiciar ¡a 'esquizofrenia educativa" en el chico o la chica aunque, luego, su instinto de supervivencia salve a la mayoría. Familias y escuela solo comenzarán a darse cuenta de que la colaboración, el diálogo, son fructíferos y generadores de confianza cuando, desde una actitud altruista, intenten ponerse en la perspectiva del otro y no abrigar un horizonte de expectativas idealista, excesivo -unos respecto a otros-, que obstaculice, más que favorezca, la cooperación, Ahora bien -y entramos de lleno en modos y condiciones que posibilitan el camino de la colaboración-, corresponde a los profesores dar el primer paso, llevar la iniciativa en esta compleja, y complicado, historia de pareja; aunque a muchos de ellos les moleste o se resistan a que sea así. los profesionales de la educación son ellos y no pueden poner a los padres en su mismo nivel en lo tocante a la tarea educativa. Lo de ser padres no es una profesión; más bien, se trata de un 'estado' que casi se les viene encima sin darse mucha cuenta. Por otra parte, sus hijos e hijos van pasando de ciclo en ciclo o de curso en curso, cambiando de horarios, de materias, de profesores, de metodologías... que casi siempre les cogen, a la mayoría, con el paso cambiado, No son ellos los profesionales, por preparados que estén. Querer que actúen también como profesionales de la educación es apuntarse a esas expectativas excesivas que transcienden lo razonable y perjudican, más que benefician, el diálogo. En este ámbito de relación, mutatis mutandis, la atención a la diversidad que se practica con los alumnos es valido también para la aplicación al diálogo con los padres. Otro paso en esta misma línea: corresponde también a la escuela, al profesorado, estructurar las reuniones y los diversos encuentros de tipo formal que se mantienen con los padres más desde el diálogo que desde la información. Con frecuencia, en estas reuniones, se les ahoga en informaciones que dejan en muchos de ellos la sensación -justificada- de que se hace para evitar el diálogo o el posible debate. También convertir la reunión en una lección magistral ("hoy que aprovechar momentos como estos para que se enteren de por dónde van los tiros de la educación actual...') es hurtarles la posibilidad de diálogo. Estos encuentros, marcados por la comunicación de "solo ida", corren el peligro de transmitir la sensación de que no hay un verdadero deseo de dialogar, de consultar, de dejar un margen para la opinión, para la solicitud, para la sugerencia. Es cierto que muchos padres y madres quedaran satisfechos, pero También serán muchos los que se arrepientan de haber perdido el tiempo o los que se agarren "un Chavero soberano" porque se les ha "condenado" al silencio, También corresponde a la profesionalidad de profesoras y profesores abrir nuevos espacios y tiempos comunes para la negociación, el diálogo o el encuentro puramente festivo que propicien el contraste de posiciones, el conocimiento mutuo, la distribución sensata y coherente de tareas respecto a los educandos y educandas (invitaciones a alguno clase, a hablar sobre los 'deberes' y su papel, sobre las 11 clases particulares', a 'escuelas de padres', a excursiones. y a todo tipo de actos colegiales). Que la iniciativa la lleve la escuela no libera a las familias y a sus asociaciones de la responsabilidad que les compete en este diálogo colaborador. En ocasiones, en determinados temas, es a ellos a quienes corresponderá la iniciativa sin necesidad de que la escuela los convoque. En este diálogo es fundamental, como hemos visto anteriormente, el esfuerzo por adoptar actitudes que transciendan la visión exclusivista del niño como hijo, intentando ponerse en el lugar de la mayoría" de padres silenciosos" y en el lugar de¡ profesor que tiene una clase de 25 perteneciente a un curso que de 100 y a una escuela de 750 alumnos. Y vamos ya recogiendo velas de todo lo dicho y sacando aquellas conclusiones que creemos más pertinentes en el establecimiento de un diálogo verdaderamente colaborador entre la escuela y la familia.
El desencuentro se hará diálogo:
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