Los estímulos educativos de la familia y del centro escolar
han de operar armónicamente para que se esfuercen; de lo contrario la
influencia de unos pueden neutralizar o rebajar el influjo de los otros. Esto
exige una estrecha cooperación entre profesores y padres. La entrevista tutor-padres
se convierte en el medio más destacado de esta colaboración, en la que suelen
destacar como orientaciones más comunes en relación con la ayuda que
los padres pueden prestar a sus hijos en sus estudios, los siguientes:
1. Hay que valorar más en los hijos el esfuerzo que
los resultados, pues el esfuerzo es la base de la educación. De esta manera,
ante deficientes notas, por ejemplo, se examinarán las razones antes de
decidir lo que le conviene al hijo o necesita: motivación, refuerzos,
sanción, etc.
2. Hay que estimular la actividad personal de los
hijos, no sustituyéndoles en todo aquello que pueden hacer por sí mismos.
3. Hay que exigir a los hijos comprensivamente, es
decir, de acuerdo con sus posibilidades y limitaciones, con lo que puedan dar
de sí. No basta, por ejemplo, un suficiente si el hijo puede conseguir un
notable. La determinación de sus posibilidades en el estudio vienen dadas por
la capacidad del hijo y por el esfuerzo que desarrolle.
4. Hay que brindar a los hijos un ambiente adecuado para
que puedan realizar su estudio en casa en las mejores condiciones posibles.
Poder estudiar sin grandes incomodidades, sin frecuentes interrupciones, sin
notables ruidos, etc.
5. Tienen los padres que interesarse con frecuencia por
el trabajo y el rendimiento de sus hijos, y no de evaluación en evaluación.
Si les animan y se preocupan por sus estudios, el esfuerzo y el trabajo
brotarán con mayor facilidad.
6. La coerción, a veces, es necesaria, pero
desmedida, es perjudicial. Hay que enseñar a los hijos a decidir, dejándoles
que hagan sus propias elecciones.
7. Por último y si los resultados de los hijos no son como
quisieran los padres, conviene advertirles que no hablen y echen en cara continuamente
de los malos rendimientos. Incluso en el fracaso conviene dejar sentir nuestra
fe en el hijo. Esa confianza le fortalecerá más y le ayudará para
esforzarse con mayor intensidad.