La Televisión, ¡no te quedes mirando!
(El texto completo se encuentra en la página
de la CEAPA
La televisión está presente en nuestras vidas. Aunque
muchos de nosotros hemos vivido una infancia sin televisión, desde hace algunas
décadas resulta imposible a los niños/as y adolescentes imaginarse la realidad
prescindiendo de la caja mágica, de la caja tonta o de la caja de los sueños.
La televisión influye decisivamente en la vida cotidiana. Es
el principal instrumento de ocio y nuestros propios hábitos, comidas, descanso,
etc., cada vez dependen más de los distintos programas de la pequeña pantalla.
Existen detractores radicales de la televisión a quienes en
terminología de Umberto Eco vamos a denominar «apocalípticos», que sólo ven
en ella aspectos negativos (violencia, alienación, pasividad, etc.) en tanto
que para otros, a quienes denominaremos «integrados», la televisión
constituye una oportunidad para la democratización del saber y la potenciación
del aprendizaje favoreciendo la cultura de las opciones múltiples.
Tal vez ambas posturas sean excesivamente maniqueas y, por
tanto, unidimensionales.
Sin embargo, la televisión está ahí con todo su potencial
destructivo pero igualmente con sus posibilidades educativas y su capacidad de
entretenimiento.
Cada día los periódicos incluyen un mayor número de
páginas destinadas a comentar las noticias, los programas y espectáculos de la
televisión. Los programas televisivos son a diario motivo de debate y polémica
en los centros escolares, en las oficinas o en la barra de un bar. En
definitiva, la televisión se ha convertido en un elemento imprescindible que,
en no poca medida, rige nuestras vidas.
Desde nuestro punto de vista la pregunta a la que es necesario responder es
la siguiente ¿Qué hacer como padres, madres y educadores?.
Convendría partir de una aparente paradoja. Todo el mundo ve la televisión
varias horas al día, sin embargo para quedar bien en conversaciones, tertulias
y hasta polémicas en diversos medios, está de moda adoptar la actitud
apocalíptica y poner de manifiesto su influencia negativa, tanto debido a su
carácter burdo como a su capacidad para inducir a la violencia, poner en tela
de juicio una serie de valores o incitar compulsivamente al consumismo. No
obstante lo cual, quienes esto afirman vuelven a colocarse impertérritos ante
la pequeña pantalla cerrando la tautología o círculo vicioso.
Por nuestra parte quisiéramos ser precavidos. De ahí nuestra tesis de que
la televisión no tiene una finalidad moral sino instrumental y que sus efectos
positivos o negativos dependerán del uso que se sepa hacer de ella, pues, con
independencia de ese uso, ni condena a nadie a los infiernos ni abre las puertas
de ningún paraíso.
La televisión, en primer lugar informa y hoy día los ciudadanos
conocen lo que pasa en el mundo mucho más a través de los noticiarios que en
ningún otro medio. En segundo lugar la televisión entretiene y gracias
a ella podemos disfrutar de lo que nos gusta: cine, deporte, música, tertulias,
debates, etc. En tercer lugar la televisión educa. No nos referimos
sólo a los programas calificados como «educativos», algunos de los cuales
tienen un interés muy escaso, sino a la capacidad y posibilidad de ayudar a
comprender el mundo en que vivimos, pues la televisión tiene un indudable papel
socializador y la socialización no es otra cosa que la preparación para vivir
en un ámbito social que en la actualidad tiene un perfil universal y que
McLuhan ha calificado de «Aldea Global». En cuarto lugar la televisión
permite estimular el sentido crítico. Existen múltiples formas de ver
la televisión. Algunas consisten exclusivamente en recepcionar de forma pasiva
los contenidos y mensajes de los diferentes programas pero afortunadamente
también es cierto que la televisión ayuda a pensar, favorece la creatividad e
incluso tiene potencialmente una enorme capacidad para propiciar la
participación a través de mecanismos interactivos que pertenecen mas al futuro
inmediato que al presente.
En estas páginas vamos a hacer hincapié en una idea que consideramos
fundamental: Es necesario aprender a mirar la televisión de otra forma,
generando propuestas alternativas a la recepción pasiva y acrítica. De esta
idea se deduce una mayor vinculación entre televisión y educación.
Los programas educativos contienen elementos para aprender a valorar una
novela, un cuadro o un texto filosófico. El comentario de textos supone un
método para apreciar el contenido y la forma y analizar los valores
estructurales de una obra de arte así como su contenido innovador. La escuela
tiene una finalidad fundamentalmente transmisora y por tanto un carácter
conservador, de ahí las dificultades a corto plazo para incluir en las tareas
educativas con carácter prioritario el análisis crítico de imágenes y
contenidos televisivos.
Cuando las sociedades viven cambios acelerados las dificultades de la escuela
para adecuarse a esos cambios son muy grandes. De ahí que apostemos
decididamente porque la institución educativa y también las familias, junto a
la preocupación por aprender a interpretar un texto o resolver un problema
matemático, incluya en el curriculum la necesidad de aprender a comprender las
claves de la televisión y a incluir propuestas metodológicas que favorezcan un
análisis crítico de los contenidos, mensajes e incluso aspectos técnicos, a
fin de poder descodificar correctamente lo que sucede en la pequeña pantalla y
poder diferenciar el producto de calidad del burdo y deleznable.
CEAPA se propone con estos materiales, ante todo, un objetivo ambicioso pero
realizable: ofrecer a las Federaciones, a las APAs y a las familias un conjunto
de directrices, ideas y mensajes para que puedan enfrentarse al fenómeno
televisivo desde una óptica crítica y puedan debatir, tanto en Escuelas de
padres/madres como en el propio seno familiar, las posibilidades educativas y de
desarrollo personal de la televisión.
El trinomio ver, mirar y comprender vamos a conjugarlo de tal forma que
apostemos por alcanzar el tercero de los elementos, para propiciar una visión
de conjunto y articulada y evitar aspectos parciales y desestructurados con su
corolario de fragmentación y confusión.
Aprender a comprender lo que sucede en la pequeña pantalla es un reto que el
movimiento asociativo de padres y madres de alumnos ha de acometer con urgencia
porque está en juego algo tan importante como la formación integral de
nuestros hijos e hijas
Objetivos/Expectativas
La primera tarea que hemos de realizar consiste en precisar nuestros
objetivos y expectativas, ya que con posterioridad hemos de convertir esos
objetivos en propuestas aplicables de acción educativa para las Escuelas de
padres y madres y para la reflexión y el debate de las APAs y familias. Os
presentamos los siguientes OBJETIVOS:
1. Abordar el papel esencial que la televisión ocupa en nuestra realidad
social, económica, cultural y familiar, poniendo de relieve su relevancia en
nuestro ocio y tiempo libre.
2. Asumir que la televisión tiene al menos cuatro funciones que pueden
favorecer el crecimiento personal y la formación integral: informativa, de
entretenimiento, educativa y crítica.
3. Denunciar las consecuencias negativas del mal uso y abuso de la
televisión para un desarrollo personal sano y para el equilibrio de las
relaciones interpersonales.
4. Generar instrumentos para descodificar los aspectos teóricos,
técnicos e ideológicos de la televisión a fin de posibilitar un análisis
crítico sobre sus consecuencias en nuestra vida cotidiana.
5. Reflexionar sobre la función social de la escuela, poniendo de
manifiesto sus dificultades y proponiendo alternativas para adaptarse a los
cambios sociales e incluirlos en sus programaciones educativas.
6. Apostar por una mayor vinculación entre educación y televisión
demandando que los programas escolares incluyan una formación específica que
permita conocer y comprender el medio televisivo.
7. Someter a revisión y crítica el fenómeno consumista y aprender a
descodificar críticamente los anuncios televisivos y sus técnicas persuasivas.
8. Proponer un mayor control social de los medios de comunicación
mediante instrumentos que posibiliten la presencia y la participación de
organizaciones sociales como las asociaciones de consumidores y usuarios y
confederaciones de padres y madres de alumnos en dicho control.
9. Elaborar materiales que posibiliten tanto en las Escuelas de padres y
madres como en las APAs y familias, establecer un diagnóstico sobre los
aspectos positivos y negativos de la televisión y diseñar respuestas para
desarrollar una recepción crítica del fenómeno televisivo
De la Contemplación Pasiva de la
Televisión a la Apuesta por un Modelo Crítico y Participativo
Nos dirigimos a través de este breve ensayo a todos los padres y madres
interesados por la influencia que la televisión desempeña en nuestra vida y en
la de nuestros hijos e hijas.
Leemos, oímos y escuchamos comentarios que se refieren a la violencia en
la televisión, a la pasividad y al entontecimiento que ocasiona, pero
siendo esto cierto no renunciamos a plantear los aspectos positivos,
críticos y educativos que puede proporcionar una adecuada utilización del
medio televisivo.
Existe una copiosísima bibliografía sobre los medios de comunicación desde
infinidad de ángulos y perspectivas. En un número limitado de páginas, como
es nuestro caso, hemos de acotar el terreno aunque como comentaba un agudo
ensayista «mis limitaciones son mi riqueza». Por tanto, con un lenguaje
sencillo, vamos a llevar a cabo unas consideraciones y orientaciones sobre el
papel de la comunicación en las sociedades, aproximarnos a los medios de
comunicación para conocer sucintamente sus características y funcionamiento,
analizar las consecuencias negativas de los abusos de la televisión y la
teleadicción, exponer de qué forma un uso adecuado puede favorecer y potenciar
el desarrollo personal y, finalmente, realizar algunas propuestas sobre la
necesidad de vincular mucho más en el futuro inmediato la televisión a la
educación y de cómo educar en el medio y para el medio desde la propia
familia
Comunicación y sociedad: una visión panorámica
Podría afirmarse que la historia de las sociedades humanas está
profundamente vinculada al nacimiento y al desarrollo de diversos sistemas de
comunicación.
En el proceso que abarca desde la hominización a la humanización, juega un
papel determinante la aparición del lenguaje. Los hombres primitivos encuentran
en la palabra un instrumento valioso para subsistir y evitar peligros.
La palabra favorece extraordinariamente actividades cooperativas como la
caza, ayuda a los primeros intentos de organización social y posibilita el
nacimiento de la dimensión simbólica del ser humano.
Desde sus orígenes toda organización social, por precaria que fuera, ha
dispuesto de sistemas de comunicación
En el hombre hay una necesidad profunda de organizar y sistematizar el mundo
que le rodea, el medio en el que vive y una naturaleza que antes de poder
dominarla se le presenta desconocida y hostil. Los mitos son un intento de
explicarse ese mundo a través de la actuación de seres y fuerzas
sobrenaturales que responden a preguntas como ¿quiénes somos? ¿de dónde
vinimos? ¿cuáles son nuestras señas de identidad? y ¿cuál es el papel y el
destino de nuestra comunidad?. El efecto de esta forma de transmisión oral es
fundamental para la cohesión y organización social de las comunidades
primitivas.
La aparición de la palabra escrita supone un paso cualitativo, pues a
través de ella pueden expresarse sentimientos personales, comunicarse a
distancia y trascender el paso del tiempo. La fuerza de la palabra escrita queda
plasmada en el aserto romano «verba volant, scripta manent» (las palabras
vuelan, lo escrito permanece).
El deseo de conocer las novedades, de entretenerse y de reunirse
colectivamente para ser informados y disfrutar dio origen en la Edad Media a la
aparición de los juglares. Si nos fijamos bien los juglares venían a
desempeñar unas funciones y roles sociales similares a los que hoy realiza la
televisión. La aparición de la imprenta en el renacimiento supuso otro paso de
envergadura. Esta innovación técnica permitió una extensión y expansión del
libro y de las ideas y favoreció algo tan importante como la lectura individual
y la interpretación personal de los hechos.
Cualquiera de nosotros vive en un hogar en el que, preferentemente en la sala
de estar, la televisión ocupa un lugar destacado e incluso no es infrecuente
que exista más de una televisión en una misma vivienda
El gran desarrollo de los actuales sistemas de comunicación es hijo de las
consecuencias de la revolución industrial. La técnica es un instrumento humano
para dominar la naturaleza y para lograr mejoras en la calidad de vida. La
técnica en su proceso de desarrollo da lugar a la ciencia y la ciencia puede
aplicarse a la salud, a la industria o a encontrar nuevas dimensiones a la
comunicación humana. No es preciso insistir en la relevancia de la aparición
del teléfono, el telégrafo o en tiempos más recientes la radio, que ha
marcado el ritmo de vida y el entretenimiento de varias generaciones. La
aparición de la televisión y su paulatina pero imparable extensión abre las
puertas de una nueva revolución tecnológica que hoy se prolonga en la
telemática y la microelectrónica. Sin ir más lejos, estas reflexiones que
estáis leyendo han sido escritas en un ordenador
Lo que se oculta detrás de la pequeña pantalla
Es usual, cuando llegamos a casa, apretar el botón de la televisión o del
mando a distancia y comenzar a ver imágenes y a escuchar informaciones.
En una sociedad como la que vivimos, todos podemos ser manipulados pero
esa manipulación estará muy ligada a la pasividad y a la ignorancia. Si
nos limitamos a ser meros receptores y a acumular acríticamente lo que la
televisión -con zapping o sin zapping- nos ofrezca, seremos víctimas
propicias. Pero también es posible preguntarse ¿qué se oculta detrás de la
pequeña pantalla? ya que el conocer lo que pasa y cómo pasa nos ayudará a
enfrentarnos críticamente a este artilugio tecnológico. En definitiva, lo
peor de la televisión, como de tantas otras cosas, es no saber nada de ella,
ni de su funcionamiento, ni de sus mecanismos, ni de su capacidad de influir en
nosotros. Un sólo ejemplo ilustrará lo que estamos diciendo. La duración
media de un anuncio es de 15-20 segundos. Ese anuncio, además nos «pilla»
desprevenidos mientras salimos de lavarnos las manos, estamos comiendo o
cambiamos impresiones con alguien de nuestra familia. Sin embargo nos impacta
¿por qué?. Ese anuncio ha sido cuidadosamente preparado por expertos en
publicidad durante varios días e incluso semanas, se ha grabado cuidadosamente
y se ha pensado hasta la saciedad la musiquilla, los interiores o exteriores, el
atuendo de los personajes y el eslogan persuasivo, buscando además cogernos
desprevenidos en el momento en que nos asalta a traición.
Por tanto, la postura que vamos a defender es comenzar nuestra reflexión
sobre la televisión preguntándonos ¿qué hay detrás?. Es decir, la
cara oculta o por emplear un símil culinario, la cocina en la que se preparan
los platos que se sirven en la mesa del restaurante.
La televisión está sujeta a las normas que rigen el proceso global de la
comunicación, aunque tiene ciertas características específicas. En el proceso
de comunicación intervienen un Emisor, un Receptor, un Mensaje, un Código y un
Medio
Lo primero que debemos poner de manifiesto es que la televisión es un
medio de comunicación imperfecto porque es unidireccional. En una
conversación que mantengamos en la calle los papeles de emisor y receptor
pueden intercambiarse y de hecho se intercambian, pasando automáticamente el
emisor a receptor y el receptor a emisor. Sin embargo, curiosamente, en
televisión estos papeles no se intercambian nunca y el emisor se dirige
a un número de cientos de miles o millones de receptores que no van a tener
capacidad de intervenir, por lo menos hasta que no se desarrollen más los
métodos interactivos que posibiliten una participación real de los receptores
o telespectadores. En la actualidad disponemos, eso sí, de mecanismos para
paliar esta indefensión: el zapping y desde luego apagar la televisión
pues no está escrito en ningún sitio que ver televisión sea obligatorio si no
nos satisface la oferta que nos proporciona.
Convendría insistir en una idea fundamental: cuando hablamos de televisión el
emisor, público o privado, no es neutral. Con anterioridad hemos hablado de
la cocina, ¿qué se cuece en esa cocina?. La televisión no sólo no es ajena
al mercado sino que es un ejemplo privilegiado de los mecanismos y
características de
una sociedad de mercado. El emisor o bien es un poder público o una empresa
privada con intereses que necesita financiación y que recurre a la
publicidad como instrumento fundamental para dicha financiación.
No sería descabellado a la hora de analizar una parrilla de programación
contemplar la influencia de la publicidad en dicha parrilla, así como los
patrocinadores de diversos programas y concursos para llegar a la conclusión de
que los anuncios no son sólo un espacio a intercalar entre otras programaciones
sino que cada vez más las programaciones se realizan en función de
criterios comerciales. Las televisiones no sólo tienen intereses comerciales
sino también ideológicos, políticos y de otra índole. Cuando por la
mañana, al salir de casa, entre la oferta de periódicos del quiosco elegimos
uno, sabemos que la información y los comentarios corresponden a la línea y a
los intereses de los dueños del periódico. Pues bien, lo mismo sucede con las
distintas cadenas de televisión. Lo que, en buena lógica, debe llevarnos a
defender un control social de esos medios, contando con los propietarios
de las cadenas, las administraciones públicas y las organizaciones ciudadanas,
buscando con ello más la autorregulación que la sanción legal y el consenso
en vez de la penalización. Planteamos la necesidad del control social como un
elemento más de una posición activa ante el fenómeno televisivo, en lugar de
ignorar irresponsablemente todo lo expuesto y colocarnos ante el televisor
desconociendo los productos que se trabajan en la cocina, las estrellas del
restaurante e incluso la naturaleza y talante del dueño y del "maitre".
McLuhan, cuya Galaxia de Guttemberg es ya un texto clásico sobre la historia
del medio y sus entresijos, expone en uno de sus postulados más conocidos que el
medio es el mensaje aunque también afirma que el medio es el masaje.
La importancia del medio es tanta y la del mensaje muchas veces tan escasa que
para muchas personas aparecer en la pequeña pantalla se ha convertido en un fin
en sí mismo, pues las apariciones significan fama, reconocimiento, prestigio,
dinero y abre las puertas para otros muchos campos. Tal vez no sea ajeno a esto
el que existan pertinaces contertulios capaces de opinar en el mismo día sobre
la inmortalidad del cangrejo, la crisis económica, el último triunfo
deportivo, el penúltimo escándalo de corrupción y la vida privada de otros
famosos, contertulios o no.
Sucintamente hemos hablado de emisor, receptor, medio y mensaje, entendiendo
por mensaje el contenido de las diversas informaciones de todo tipo que se
transmiten. Ahora bien, para que el receptor asimile el mensaje es preciso
que disponga de un código y que esté en condiciones de descodificarlo. Si
nosotros nos expresamos en castellano podemos, sin dificultad, entender un
periódico, un libro o conversar con otros castellanoparlantes, pero si el
periódico o el libro están escritos en árabe y no sabemos árabe no nos
enteramos absolutamente de nada ¿por qué? porque nos falta el código
El medio televisivo consta de una serie de mecanismos, técnicas e
instrumentos que es preciso conocer para interpretar y entender cabalmente los
mensajes. Es decir, para realizar una descodificación crítica.
Manual de instrucciones contra la lluvia radioactiva
¿No es la esencia de la educación la defensa civil contra la lluvia
radioactiva de los medios de comunicación?
Marshall McLuhan
De la televisión puede hacerse un buen uso o un mal uso. En sí misma no es
buena ni mala sino un instrumento del que pueden desprenderse consecuencias
positivas o negativas para nuestro crecimiento personal y nuestras relaciones
familiares y sociales.
Centrémonos en los riesgos, problemas y consecuencias negativas para más
adelante exponer las directrices de una utilización educativa, crítica y
participativa del medio.
Una mala utilización de la televisión acarrea no pocas disfuncionalidades e
incluso trastornos que abarcan desde problemas visuales y musculares hasta el
sedentarismo, entendido como pasar horas muertas delante de la televisión que
adquiere el papel de tótem, así como deficiencias en los ritmos de
alimentación y sueño.
Las consecuencias no acaban desgraciadamente aquí, sino que también se
extienden a otros campos generando incomunicación, alteración de los
mecanismos de descodificación, teniendo como corolario una confusión entre
fantasía y realidad, así como un mimetismo, imitación y asunción acríticos
de los modelos y valores que la televisión propone.
El método que hemos venido siguiendo es el de las aproximaciones sucesivas.
La televisión es un medio o instrumento que posee facultades indudables pero
que como es lógico presenta también limitaciones. No sería correcto
pedirle a la televisión lo que no puede dar, pues de esta actitud sólo se
obtendrán frustraciones.
Lolo Rico, en uno de sus inteligentes libros, «El buen telespectador»,
analiza con su amenidad y rigor característicos aquellos problemas que la
televisión ni resuelve ni puede resolver. En definitiva, para qué no sirve la
televisión. Por su claridad exponemos sus aportaciones en forma de cuadro
sinóptico:
Para Qué No Sirve la Televisión |
· Olvidar nuestra soledad
|
· Huir de nuestros miedos
|
· Calmar nuestras ansiedades
|
· Evadirnos de nuestros problemas · aliviar el
aburrimiento
|
· Distraer nuestras frustraciones
|
Por su parte, Joan Ferrés en su sugestiva, documentada y entretenida obra
«Televisión y Educación» defiende la tesis de que el fenómeno de la
teleadicción es una realidad existente y operante. Realiza una espléndida
descripción del síndrome teleadictivo. Hemos elaborado un cuadro a partir de
su diagnóstico que vamos a denominar Cuadro Clínico de la Teleadicción
y
que, desde nuestro punto de vista, resultará muy útil a padres, madres y
educadores. Sería conveniente, tras la lectura del cuadro, reflexionar e
incluso debatir si observamos la aparición de algunos de estos síntomas en
nosotros mismos, en nuestros hijos o en nuestros amigos.
Cuadro clínico de la Teleadicción
Desde nuestro punto de vista la actitud a mantener debe huir tanto de una
despreocupación negligente como de dramatización angustiosa. La
teleadicción no está catalogada en ningún lugar como una enfermedad incurable,
por lo tanto podemos desarrollar estrategias para combatirla adecuadamente.
Ahora bien, nunca insistiremos lo suficiente en la necesidad de que como padres
y madres estemos preocupados y ocupados por el ocio de nuestros hijos, la
formación de su personalidad y la forma de organizar su vida cotidianamente. Si
observáramos que aparecen en los hábitos de nuestros hijos síntomas de
teleadicción que les provocan disfunciones, una visión anómica de la realidad
y que todo esto incide negativamente en el cumplimiento de sus tareas y
obligaciones y en sus relaciones sociales con sus amigos y grupos de iguales, deberemos
actuar con decisión y rapidez.
La Teleadicción origina en las personas de
cualquier edad los siguientes trastornos |
· Aburrimiento
· Dificultades de concentración
· Fatiga
· Impaciencia
· Irritación
· Alteraciones oculares
· Alteraciones en el ritmo del sueño y pesadillas
· Tensión nerviosa
· Comportamiento agresivo
· Obsesión consumista y hábitos de consumo negativos
|
Es importante animar a nuestros hijos e hijas para que jueguen, practiquen
algún deporte, lean, dibujen o desarrollen hábitos imaginativos y creativos.
Dada la vinculación que debe existir entre la familia y el centro educativo,
deberíamos así mismo, comunicárselo al tutor o tutora y al Departamento de
Orientación del Centro pues pueden sernos, como padres y madres, muy útiles
las orientaciones y reflexiones del psicólogo.
La televisión influye de forma decisiva en nuestros comportamientos y,
aunque no lo percibamos siempre, en nuestras valoraciones. El «lenguaje
televisivo», como el lenguaje oral, denota y connota
Denotar significa exponer objetivamente, definir, conceptualizar, mostrar,
las cosas como son. Connotar quiere decir sugerir, crear una atmósfera
implícita que refuerza lo explícito y propiciar relaciones y asociaciones en
la mente del telespectador para conseguir unos determinados resultados. Así,
por ejemplo, los turrones o determinados dulces, independientemente de su sabor,
pueden estar anunciando o sugiriendo la Navidad con su sola aparición en la
pequeña pantalla. La repetición hasta la saciedad de una mujer con delantal es
una invitación a que las mujeres utilicen el delantal y la insistencia en los
maravillosos efectos del perfume hace que subjetivamente se cree la necesidad de
emplearlo para conseguir efectos similares a los de los protagonistas de los
anuncios. Por tanto simples objetos e informaciones aparecidos en la pantalla
pasan a convertirse en elementos generadores de actitudes, valores e
intenciones.
La televisión no causa solamente efectos negativos sino que, correctamente
utilizada, aporta elementos que favorecen el proceso de socialización y
potencian el crecimiento personal
Comencemos con la función informativa. Existen comunicólogos,
psicólogos y antropólogos que definen al ser humano como infornívoro, es
decir, devorador de información. Es más, en este momento de expansión de los
medios, recibimos una enorme cantidad de información que sólo podemos digerir
y asimilar parcialmente.
Muchas personas y familias tienen una especie de alergia a los servicios
informativos y tan pronto como aparecen las noticias en la pequeña pantalla
hacen zapping buscando otras programaciones, no obstante la televisión cumple
una importante función social informando y
son cientos de miles y millones las personas que, al no leer periódicos y
escuchar poco la radio, reciben la información a través de la televisión.
Es importante estar informados. En esta Aldea Global todo lo que sucede
nos afecta o puede afectarnos potencialmente. Algo tan aparentemente lejano como
las elecciones presidenciales de Estados Unidos va a tener una influencia nada
desdeñable sobre la economía o la política internacional de nuestro país.
El auge de los nacionalismos, la expansión de los fundamentalismos, la
guerra civil en la Ex-Yugoslavia o la incorporación de un nuevo país a la
Comunidad Europea, así como las subidas o bajadas de las bolsas de Nueva York o
Tokyo en este mundo interdependiente, van a acabar repercutiendo en la sociedad
española y en nuestra propia vida cotidiana.
La función informativa de la televisión va más allá de los espacios
estrictamente informativos como telediarios o telenoticias, ya que recibimos
información a través de otros muchos programas que nos ponen en contacto con
los problemas del tercer mundo, los retos ecológicos o analizan la realidad
política, económica, social y cultural de la sociedad española.
Desde CEAPA reivindicamos que los padres y madres no renunciemos al derecho a
la información recordando aquel aserto de que «una persona sin información es
una persona sin opinión
Por tanto, en nuestros hábitos de telespectadores debemos planificar el
conceder un espacio diario no sólo a recibir información sino a profundizar en
los temas que nos interesan a través de la óptica plural de los debates.
Debemos defendernos de la influencia po
derosísima de los medios e intentar controlarlos en la medida de lo posible
para evitar caer en su tela de araña y convertirnos en víctimas pasivas sin
capacidad de reacción. No existen recetas mágicas, pero el mero hecho de
comentar la cartelera, seleccionar programas y decidir colectivamente lo que
vamos a ver es un primer paso importante.
La televisión cumple otra función interesante: la de entretenernos. No
hemos de renunciar a lo que nos gusta y después de una jornada de trabajo, no
hemos de sentir ningún pudor en buscar lo que nos gratifica y nos agrada, una
película, un programa de variedades, un concurso, una competición deportiva,
etc. Ahora bien, hemos de generar instrumentos críticos buscando la calidad y
huyendo de lo burdo y zafio. Además hemos de ser sensibles a las nuevas
estrategias publicitarias como la de introducir la publicidad dentro de los
programas para evitar que podamos hacer zapping.
Por otro lado y especialmente en los concursos hemos de reflexionar sobre
los valores implícitos que nos están transmitiendo, como por ejemplo el poder
omnímodo del dinero. Lo que se ha dado en llamar la «cultura del
pelotazo», creemos que está relacionada con ese afán por lograr dinero, mucho
dinero en los concursos y no sólo dinero, coches, apartamentos, regalos,
viajes, otra vez concedidos por firmas comerciales que se introducen
subrepticiamente en nuestra casa. El afán por obtener dinero, mucho dinero y
regalos, acaba por repercutir negativamente en la propia calidad del programa.
Una pareja podría perder un valioso coche o viaje por no recordar la capital de
un país nórdico, para evitarlo se prepara un escenario en virtud del cual
tienen que elegir números del uno al diez que, una vez descubiertos, contienen
los premios y castigos u optar entre dos o tres puertas de las cuales una
conduce al paraíso.
Otra función de singular relieve es la educativa/formativa. Los índices
de audiencia muestran que determinados documentales y programas culturales son
cada vez más apreciados. Lo importante en este caso, como en tantos otros, es
la libertad de elegir, que por cierto queda reducida a cero cuando los distintos
canales programan un culebrón a la misma hora.
Nuestros hijos e hijas aprenden muchas cosas interesantes en la escuela, en
nuestra propia casa, en el barrio, en el cine y en el parque de atracciones,
pero no es menos cierto que también aprenden muchísimas cosas a través de la
televisión. Un niño o una niña de 6 u 8 años tiene más información del
mundo en el que vive que un anciano o anciana de 60 en otros momentos
históricos.
Nos sorprende el hecho de que nuestros hijos e hijas sepan muchas cosas sobre
la deforestación de la Amazonia, la capa de ozono, la constitución del
universo, la comunicación neuronal y la organización cerebral, o las
costumbres de los inuits o esquimales, pues bien, no es improbable que muchos de
estos conocimientos los hayan aprendido a través de noticias, documentales y
películas que han aparecido en la pequeña pantalla.
Cuando hablamos de la función educativa/formativa no nos estamos refiriendo
sólo a los programas denominados educativos que muchas veces son aburridos
y disuasorios, sino a las informaciones recibidas que ayudan a entender el mundo
en el que se vive y que favorecen un cambio de actitudes y valores, como lo
muestra el progresivo grado de concienciación ecológica o de la necesidad de
apoyar y llevar a cabo una cooperación con el tercer mundo, como ha puesto de
manifiesto la campaña del 0'7 %. Lo que se presenta como educativo es muchas
veces soporífero. Nunca olvidaremos lo aburrido que nos resultaba cuando
éramos niños programas en los que se pretendía explicarnos la digestión como
si se tratara de una aventura. En sentido contrario muchos padres y madres
valoran positivamente la creatividad y osadía de programas como Barrio Sésamo
o la Bola de Cristal.
La televisión informa, entretiene, educa y forma, pero sus funciones no
terminan ahí. La televisión posee una capacidad de despertar el sentido
crítico si sabemos decodificar e interpretar los mensajes e integrar los
nuevos datos dentro de nuestra red de conocimientos procurando tener una cabeza
bien amueblada. La televisión es un espacio para el ejercicio y aprendizaje de
la actitud crítica. En cierto modo, la actitud crítica vendría a actuar como
un eje transversal. Las informaciones fragmentarias o inconexas generan
confusión pero organizadas y estructuradas dan sentido a la realidad y permiten
abordar los problemas con conocimiento de causa para integrar cada dato nuevo en
nuestro almacén personal de información contextualizándolo y dándole su
verdadero valor. Debemos aspirar a ese sentido crítico para prevenirnos de los
efectos engañosos de la publicidad, para diferenciar la violencia o el sexo
como ingredientes de la vida y de las relaciones sociales de la casquería y
carnicería gratuita o de la pornografía burda y lo que puede ser aún más
importante, para diferenciar la información veraz y objetiva de la tendenciosa
y parcial, sea cual sea la corbata del busto parlante
Educación y Medios de Comunicación
La escuela debe aspirar a educar para la vida, es decir, a que los
conocimientos, valores y actitudes que se aprendan en las aulas resulten útiles
para el proceso de socialización de los niños y adolescentes y para su
integración en el medio físico, social y cultural en el que viven.
Dada la importancia de los medios de comunicación en general y de la
televisión en particular, la escuela ha de plantearse con toda seriedad un
dilema de envergadura: o educa para enseñar a desenvolverse ante los medios y a
generar un sentido crítico o correrá el grave peligro de convertirse en una
institución anacrónica, superada por una realidad de la que la televisión
forma parte y condenada a la tarea imposible de educar para el futuro con
métodos, objetivos y contenidos del pasado.
De la misma forma que los niños y niñas aprenden a leer y a escribir y se
denomina analfabetos funcionales a aquellas personas capaces de silabear o de
firmar pero que no comprenden el contenido de lo que leen, la nueva misión de
la escuela será enseñar a leer y escribir en los medios y para los medios
o exagerando un poco «enseñar a leer en los labios».
El reto consiste en asumir esta tarea como un eje transversal. Recordemos
que la mejor forma de aprendizaje es el aprendizaje a través de la
experiencia, de ahí que junto a exposiciones teóricas y trabajo en grupos
haya que apostar por talleres de vídeo y análisis crítico de contenidos y
mensajes. Sería interesante, por ejemplo, estudiar en un aula de secundaria las
relaciones de pareja en los culebrones y si se corresponden o no con la realidad
aspectos como los roles sexuales, las relaciones y conflictos familiares, etc. o
bien destripar anuncios haciendo hincapié en los mecanismos de manipulación y
los efectos que pretenden producir en los telespectadores. Estas actividades han
de complementarse necesariamente con otras de carácter técnico que incluyan
aprendizajes de producción, montaje de vídeo, efectos especiales, fotografía,
arte dramático, dirección y elaboración de guiones, procurando que las
«intuiciones» den paso a una fundamentación y conocimiento de lo que se está
empezando a denominar tecnologías de la información.
Si podemos entender el medio televisivo como un instrumento comunicativo que
apela a nuestras emociones y sentimientos, y que nos seduce a través de ellos,
la educación para aprender a ver televisión ha de proponerse como objetivo
recuperar la capacidad de análisis y valoración racional como maneras de
neutralizar estas influencias
Los peores apocalípticos no son ya quienes abominan de la televisión
convirtiéndola en un conglomerado de males sin mezcla de bien alguno, sino
quienes ignoran la necesidad de contrarrestar sus efectos mediante la adopción
de instrumentos críticos teóricos y prácticos.
La escuela resulta un lugar indiscutiblemente privilegiado para abordar la
educación en los medios, y al mismo tiempo enriquecer el resto de su
actividad incorporando instrumentos, recursos y técnicas audiovisuales.
Las APAs, por nuestra parte hemos de jugar una baza dinamizadora,
realizando aportaciones para que la educación en los medios y especialmente en
la televisión se incluya en el Proyecto Educativo de Centro y en la
Programación General Anual y no sólo eso, sino incorporando a las Escuelas de
Padres y Madres y a nuestra acción formativa actividades sobre aspectos
técnicos e ideológicos de la televisión, a fin de aumentar nuestra capacidad
para dialogar más y mejor con nuestros hijos y poder educar en los medios y
para los medios en nuestros propios hogares. Indudablemente, en ninguna ocasión
podemos ni debemos delegar por completo la educación de nuestros hijos e hijas
al centro educativo. Ante la televisión, el ámbito familiar cumple un papel
complementario al de la escuela y necesario para que la educación en los medios
resulte productiva. Para cumplir nuestra función educativa necesitamos de un
aprendizaje previo. Las APAs son el lugar adecuado para lograrlo a través de
una formación activa
Familia y televisión
La televisión no es ninguna panacea. Por el contrario existen tópicos que
se dan por ciertos pero que no resisten la comprobación empírica. Las
encuestas de opinión son interesantes para conocer lo que los niños y
adolescentes piensan de la televisión e interpretándolas adecuadamente podemos
extraer conclusiones muy diferentes de las que corren de boca en boca. Una cosa
son las apariencias y otra los hechos que, como nos recordaba el viejo de
Tréveris, suelen ser tozudos.
Nuestros hijos e hijas dedican varias horas todos los días a ver la
televisión y ven más tiempo la televisión en un sólo día del que dedican a
practicar deporte en una semana
Ahora bien, el hecho de que vean tanta televisión no significa que no les
guste más hacer otras cosas. Quizás los adultos, con nuestras actitudes y
nuestra comodidad, tengamos mucho que ver con este fenómeno.
Los niños, niñas y adolescentes, cuando son entrevistados, declaran
preferir en todos los casos jugar, salir con sus amigos y estar con sus padres
que viendo la televisión. Lo que ocurre es que el descenso demográfico
trae como corolario que en muchos hogares exista un solo hijo, la
incomunicación de las grandes ciudades y el clima dificultan jugar en la calle
o visitar a otros niños y niñas en sus casas y el ritmo de vida acelerado y
horarios poco funcionales impiden a muchas madres y a un número aun mayor de
padres una comunicación fluida y un ocio compartido con sus hijos.
Nos ha parecido que los resultados de la encuesta «Los valores de los niños
españoles, 1992» de Petra Mª Pérez, Ricardo Martín y Gonzalo Vázquez
tienen suficiente entidad para que elaboremos el siguiente diagrama sinóptico a
fin de manejar datos fiables en lugar de utilizar tópicos inciertos.
Mucho se ha escrito sobre la influencia de los medios de comunicación en la
vida cotidiana de la familia. Tomemos por ejemplo el estudio de Ekkerhard Sander,
investigador alemán, en el que defiende la tesis de que los medios han
transformado en cierta forma la infancia y la juventud a través de cambios
estructurales, así como la idea de que los medios de comunicación han
favorecido la autonomía sociocultural temprana de las generaciones más
jóvenes.
La televisión ha alterado horarios, costumbres, ritmos de sueño y
alimentación y pautas de descanso, pero no constituye ninguna nueva maldición
bíblica y es perfectamente posible no sólo defenderse de la lluvia radiactiva
de los medios, sino dar la vuelta al calcetín y aprovechar las ventajas de los
medios para fortalecer los vínculos familiares. Cualquier programa de
televisión puede impedir que los miembros de una familia, situados hombro con
hombro frente al aparato, se comuniquen. Desde la perspectiva opuesta, ese mismo
programa puede promover un tema de conversación interesante a su término,
generando el intercambio de opiniones, y un interesante debate familiar.
Preferencias entre la TV y distintas alternativas de
actividad |
Ver la tele (16'5%) |
Salir con los amigos (82'3%) |
Ver la tele (26%) |
Juegos de mesa (74'0%) |
Ver la tele (26'9%) |
Hacer deporte (72'1%) |
Ver tu programa favorito (29'2%) |
Jugar con tus amigos (69'6%) |
Ver la tele (45'7%) |
Leer lo que te gusta (53'2%) |
El filósofo Jürgen Habermas, entre sus aportaciones valiosas, incluye una
reflexión sobre la razón tecnológica y la razón moral, desarrollándola
sintéticamente de la siguiente forma: la razón moral ha de embridar a la
razón tecnológica racionalizándola y humanizándola, porque en el caso
contrario la lógica implacable de la razón tecnológica puede no sólo
deshumanizar sino causar una acción devastadora de gigantescas proporciones
destructivas. La dignidad humana es inalienable. La relación de los seres
humanos con las cosas jamás suplirá la comunicación y la relación entre
personas.
Un fenómeno alienante cada vez más frecuente, es el del niño o la niña
que pasan horas y horas ante el ordenador y el aparato de televisión,
embebiéndose cada vez más en esa dinámica e incomunicándose cada vez más de
su familia, de sus amigos y de su grupo de iguales.
Cuanto más pequeño o pequeña es un niño o una niña más indefenso está
ante la influencia de la televisión porque carecen de la capacidad necesaria
para diferenciar realidad de ficción
Sin embargo si esos mismos niños cuentan con adultos que ven la
televisión con ellos, les hacen preguntas y les obligan a pensar y a verbalizar
sus sentimientos, no sólo les resultará útil sino que favorecerá su proceso
de aprendizaje pues existe una correlación entre el estímulo y la atención
de los adultos a la hora de que los niños vean la televisión y su proceso de
desarrollo, que puede verse afectado positiva o negativamente por la
atención o desatención que se les preste.
La televisión sólo contribuirá a incomunicar y a desvincular a las
familias que se lo permitan al no hacer un uso adecuado de este medio de
comunicación tecnológico
La televisión no es la causa directa de la violencia o de la anomia social
sino su efecto; es decir, son la violencia y la anomia social las que se
proyectan sobre la pequeña pantalla. Por mucho que se quiera demonizar a la
televisión o convertirla en el chivo expiatorio, ella no es la responsable de
que muchas personas se enganchen y se aíslen convirtiéndose en
teledependientes o teleadictos.
Tal vez lo mejor del hombre sea su afán por conocer y su amor al
conocimiento. Los artilugios técnicos y tecnológicos son hijos de ese amor.
Entre los sueños más antiguos y más preciados han figurado siempre los de
trascender y superar el espacio y el tiempo y las tecnologías de la
comunicación han venido a colmar esos sueños. No se trata de hablar de
autopistas de la información ni de realidad virtual, sino de tomar conciencia
de que las tecnologías de la comunicación son un instrumento para el progreso,
a condición de que el ser humano sea quien controle las tecnologías que
inventa, no permitiendo que se le desboque el caballo y el jinete sea despedido
al precipicio.
Las familias que actúan de forma irresponsable «enchufando» a los niños a
la televisión, utilizando la pequeña pantalla como canguro, creando hábitos
pasivos y dependientes al no dar a sus hijos otras opciones y reduciendo la
riqueza de relaciones del hogar a la contemplación hipnótica del objeto
tótem, se comportan de una forma no muy diferente a los jugadores de la ruleta
rusa y se condenan a sí mismas a ser fagocitadas por el flujo de imágenes de
la lluvia radioactiva que ellas mismas han provocado
La televisión puede ser un instrumento para la cohesión familiar mejorando
la información proporcionando esparcimiento, contribuyendo a una mejor
formación y favoreciendo el espíritu crítico. Eso será posible si la
familia antepone su convivencia y sus relaciones a la dependencia ante la caja
siniestra, pero en ese caso tal vez la siniestra sea la familia y no la caja. En
el fondo la situación no es muy diferente a la del personaje del cuento que
rompe el espejo cuando éste transmite una realidad fea y desagradable, sin
embargo la culpa no es del espejo
Síntesis de mensajes
A lo largo de las páginas destinadas a exponer el contenido temático hemos
desarrollado una serie de ideas y propuestas. Nos parece que habría que retener
los siguientes mensajes como los más significativos.
1. Los padres y madres tenemos derecho a defendernos del aluvión de
programas, imágenes, incitaciones al consumo, concursos, realities shows, etc.
que, en acertada expresión de McLuhan, constituyen una auténtica lluvia
radioactiva.
2. El mal uso de la televisión tiene consecuencias lamentables
para las personas. Un ejemplo extremo de esto es la teleadicción, que
provoca efectos no deseados sobre la capacidad de la persona para elegir y sobre
las relaciones sociales ya que aísla al teleadicto de la realidad y lo sumerge
acríticamente en un mundo ficticio y alienante.
3. La televisión tiene al menos cuatro funciones que, debidamente
canalizadas, favorecen la comprensión del mundo en que vivimos y el desarrollo
personal: estas cuatro funciones son la informativa, la de entretenimiento,
la educativa y la crítica.
4. Lo peor de una persona, niño, adolescente o adulto, habitante de la
«aldea global», es el desconocimiento del medio televisivo y de sus
características. Por tanto hemos de comprometernos a conocer los recursos
teóricos, técnicos e ideológicos que nos permitan des codificar adecuada y
críticamente lo que sucede en la pequeña pantalla.
5. Las nuevas realidades sociales exigen nuevas respuestas. Por tanto hemos
de demandar una educación para y en los medios en la escuela y en la
familia. Educar en los medios no tiene por qué ser aburrido ni moralista.
Por el contrario, incrementará la motivación de nuestros hijos para conocer
críticamente una realidad en la que se desenvuelven a diario y que ocupa un
porcentaje importante de su ocio y tiempo libre.
6. Al hablar de la televisión nos enfrentamos a un fenómeno social
complejo articulado en grandes compañías y conglomerados de cuya
objetividad es lícito discrepar. Detrás de los medios de comunicación existen
intereses, poderes y modelos sociales e ideológicos. Por tanto, cuestionar su
objetividad, preguntarse el por qué de cada cosa y buscar respuestas a las
insistencias y a las ausencias es una forma de empezar a comprender
críticamente los mensajes y medio televisivo.
7. En una sociedad democrática el control social supone una garantía
para luchar contra la manipulación y el poder de los medios de comunicación.
CEAPA defiende mecanismos autorreguladores que posibiliten que las asociaciones
de consumidores y usuarios y las Con- federaciones de padres de alumnos
participen e intervengan en dicho control social.
Directrices para la utilización de
estos materiales en Escuelas de Padres y Madres
Tan importante como los contenidos es la forma de transmitirlos, de ahí la
importancia de los instrumentos metodológicos.
Las orientaciones de estos materiales sólo pretenden ayudar al proceso
formativo y en ningún caso poner la menor cortapisa a la creatividad y
capacidad de innovación de los responsables de las Escuelas de Padres y Madres.
Consideramos que la transmisión oral de la información es un instrumento
eficaz pero si se abusa de él puede resultar aburrido y fomentar la pasividad.
Por tanto sugerimos tanto el empleo de transparencias (a título de ejemplo,
pueden proyectarse y comentarse los Objetivos, los Mensajes y la página de
Compromisos de este cuaderno para favorecer una exposición más dinámica),
como el de metodologías activas que incluyan cuestionarios para la discusión y
debate, técnicas de trabajo en grupo, dramatizaciones y elaboración grupal de
ideas y proyectos. Si la educación a través de la experiencia es deseable para
nuestros hijos también debemos aplicárnosla a nosotros mismos.
No es desdeñable la aportación de los técnicos y expertos, pero los padres
y madres podemos aprender muchas cosas unos de otros en un proceso de
comunicación horizontal en el que nos contemos mutuamente nuestras
experiencias, aprendamos de ellas y pongamos en común nuestras opiniones y
reflexiones. El protagonismo en las escuelas de padres y madres debe tenerlo en
todo momento o en la mayor parte de las sesiones la comunicación entre los
asistentes y participantes.
Es conveniente que cada Escuela de Padres y Madres analice estos materiales y
que utilice los que le resulten más útiles con esta estructura u otra
diferente, eliminando los que crea que por cualquier motivo no van a funcionar y
añadiendo cualquier actividad distinta que resulte interesante y dinamizadora,
ya que todos tenemos capacidad de inventar y nadie conoce como nosotros mismos
la realidad sobre la que actuamos.
(El texto completo se encuentra en la página de la CEAPA
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