F-078 Televisión (CEAPA)

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La Televisión, ¡no te quedes mirando!

(El texto completo se encuentra en la página de la CEAPA

La televisión está presente en nuestras vidas. Aunque muchos de nosotros hemos vivido una infancia sin televisión, desde hace algunas décadas resulta imposible a los niños/as y adolescentes imaginarse la realidad prescindiendo de la caja mágica, de la caja tonta o de la caja de los sueños.

La televisión influye decisivamente en la vida cotidiana. Es el principal instrumento de ocio y nuestros propios hábitos, comidas, descanso, etc., cada vez dependen más de los distintos programas de la pequeña pantalla.

Existen detractores radicales de la televisión a quienes en terminología de Umberto Eco vamos a denominar «apocalípticos», que sólo ven en ella aspectos negativos (violencia, alienación, pasividad, etc.) en tanto que para otros, a quienes denominaremos «integrados», la televisión constituye una oportunidad para la democratización del saber y la potenciación del aprendizaje favoreciendo la cultura de las opciones múltiples.

Tal vez ambas posturas sean excesivamente maniqueas y, por tanto, unidimensionales.

Sin embargo, la televisión está ahí con todo su potencial destructivo pero igualmente con sus posibilidades educativas y su capacidad de entretenimiento.

Cada día los periódicos incluyen un mayor número de páginas destinadas a comentar las noticias, los programas y espectáculos de la televisión. Los programas televisivos son a diario motivo de debate y polémica en los centros escolares, en las oficinas o en la barra de un bar. En definitiva, la televisión se ha convertido en un elemento imprescindible que, en no poca medida, rige nuestras vidas.

Desde nuestro punto de vista la pregunta a la que es necesario responder es la siguiente ¿Qué hacer como padres, madres y educadores?.

Convendría partir de una aparente paradoja. Todo el mundo ve la televisión varias horas al día, sin embargo para quedar bien en conversaciones, tertulias y hasta polémicas en diversos medios, está de moda adoptar la actitud apocalíptica y poner de manifiesto su influencia negativa, tanto debido a su carácter burdo como a su capacidad para inducir a la violencia, poner en tela de juicio una serie de valores o incitar compulsivamente al consumismo. No obstante lo cual, quienes esto afirman vuelven a colocarse impertérritos ante la pequeña pantalla cerrando la tautología o círculo vicioso.

Por nuestra parte quisiéramos ser precavidos. De ahí nuestra tesis de que la televisión no tiene una finalidad moral sino instrumental y que sus efectos positivos o negativos dependerán del uso que se sepa hacer de ella, pues, con independencia de ese uso, ni condena a nadie a los infiernos ni abre las puertas de ningún paraíso.

La televisión, en primer lugar informa y hoy día los ciudadanos conocen lo que pasa en el mundo mucho más a través de los noticiarios que en ningún otro medio. En segundo lugar la televisión entretiene y gracias a ella podemos disfrutar de lo que nos gusta: cine, deporte, música, tertulias, debates, etc. En tercer lugar la televisión educa. No nos referimos sólo a los programas calificados como «educativos», algunos de los cuales tienen un interés muy escaso, sino a la capacidad y posibilidad de ayudar a comprender el mundo en que vivimos, pues la televisión tiene un indudable papel socializador y la socialización no es otra cosa que la preparación para vivir en un ámbito social que en la actualidad tiene un perfil universal y que McLuhan ha calificado de «Aldea Global». En cuarto lugar la televisión permite estimular el sentido crítico. Existen múltiples formas de ver la televisión. Algunas consisten exclusivamente en recepcionar de forma pasiva los contenidos y mensajes de los diferentes programas pero afortunadamente también es cierto que la televisión ayuda a pensar, favorece la creatividad e incluso tiene potencialmente una enorme capacidad para propiciar la participación a través de mecanismos interactivos que pertenecen mas al futuro inmediato que al presente.

En estas páginas vamos a hacer hincapié en una idea que consideramos fundamental: Es necesario aprender a mirar la televisión de otra forma, generando propuestas alternativas a la recepción pasiva y acrítica. De esta idea se deduce una mayor vinculación entre televisión y educación.

Los programas educativos contienen elementos para aprender a valorar una novela, un cuadro o un texto filosófico. El comentario de textos supone un método para apreciar el contenido y la forma y analizar los valores estructurales de una obra de arte así como su contenido innovador. La escuela tiene una finalidad fundamentalmente transmisora y por tanto un carácter conservador, de ahí las dificultades a corto plazo para incluir en las tareas educativas con carácter prioritario el análisis crítico de imágenes y contenidos televisivos.

Cuando las sociedades viven cambios acelerados las dificultades de la escuela para adecuarse a esos cambios son muy grandes. De ahí que apostemos decididamente porque la institución educativa y también las familias, junto a la preocupación por aprender a interpretar un texto o resolver un problema matemático, incluya en el curriculum la necesidad de aprender a comprender las claves de la televisión y a incluir propuestas metodológicas que favorezcan un análisis crítico de los contenidos, mensajes e incluso aspectos técnicos, a fin de poder descodificar correctamente lo que sucede en la pequeña pantalla y poder diferenciar el producto de calidad del burdo y deleznable.

CEAPA se propone con estos materiales, ante todo, un objetivo ambicioso pero realizable: ofrecer a las Federaciones, a las APAs y a las familias un conjunto de directrices, ideas y mensajes para que puedan enfrentarse al fenómeno televisivo desde una óptica crítica y puedan debatir, tanto en Escuelas de padres/madres como en el propio seno familiar, las posibilidades educativas y de desarrollo personal de la televisión.

El trinomio ver, mirar y comprender vamos a conjugarlo de tal forma que apostemos por alcanzar el tercero de los elementos, para propiciar una visión de conjunto y articulada y evitar aspectos parciales y desestructurados con su corolario de fragmentación y confusión.

Aprender a comprender lo que sucede en la pequeña pantalla es un reto que el movimiento asociativo de padres y madres de alumnos ha de acometer con urgencia porque está en juego algo tan importante como la formación integral de nuestros hijos e hijas 

Objetivos/Expectativas

La primera tarea que hemos de realizar consiste en precisar nuestros objetivos y expectativas, ya que con posterioridad hemos de convertir esos objetivos en propuestas aplicables de acción educativa para las Escuelas de padres y madres y para la reflexión y el debate de las APAs y familias. Os presentamos los siguientes OBJETIVOS:

1. Abordar el papel esencial que la televisión ocupa en nuestra realidad social, económica, cultural y familiar, poniendo de relieve su relevancia en nuestro ocio y tiempo libre.

2. Asumir que la televisión tiene al menos cuatro funciones que pueden favorecer el crecimiento personal y la formación integral: informativa, de entretenimiento, educativa y crítica.

3. Denunciar las consecuencias negativas del mal uso y abuso de la televisión para un desarrollo personal sano y para el equilibrio de las relaciones interpersonales.

4. Generar instrumentos para descodificar los aspectos teóricos, técnicos e ideológicos de la televisión a fin de posibilitar un análisis crítico sobre sus consecuencias en nuestra vida cotidiana.

5. Reflexionar sobre la función social de la escuela, poniendo de manifiesto sus dificultades y proponiendo alternativas para adaptarse a los cambios sociales e incluirlos en sus programaciones educativas.

6. Apostar por una mayor vinculación entre educación y televisión demandando que los programas escolares incluyan una formación específica que permita conocer y comprender el medio televisivo.

7. Someter a revisión y crítica el fenómeno consumista y aprender a descodificar críticamente los anuncios televisivos y sus técnicas persuasivas.

8. Proponer un mayor control social de los medios de comunicación mediante instrumentos que posibiliten la presencia y la participación de organizaciones sociales como las asociaciones de consumidores y usuarios y confederaciones de padres y madres de alumnos en dicho control.

9. Elaborar materiales que posibiliten tanto en las Escuelas de padres y madres como en las APAs y familias, establecer un diagnóstico sobre los aspectos positivos y negativos de la televisión y diseñar respuestas para desarrollar una recepción crítica del fenómeno televisivo

De la Contemplación Pasiva de la Televisión a la Apuesta por un Modelo Crítico y Participativo

Nos dirigimos a través de este breve ensayo a todos los padres y madres interesados por la influencia que la televisión desempeña en nuestra vida y en la de nuestros hijos e hijas.

Leemos, oímos y escuchamos comentarios que se refieren a la violencia en la televisión, a la pasividad y al entontecimiento que ocasiona, pero siendo esto cierto no renunciamos a plantear los aspectos positivos, críticos y educativos que puede proporcionar una adecuada utilización del medio televisivo.

Existe una copiosísima bibliografía sobre los medios de comunicación desde infinidad de ángulos y perspectivas. En un número limitado de páginas, como es nuestro caso, hemos de acotar el terreno aunque como comentaba un agudo ensayista «mis limitaciones son mi riqueza». Por tanto, con un lenguaje sencillo, vamos a llevar a cabo unas consideraciones y orientaciones sobre el papel de la comunicación en las sociedades, aproximarnos a los medios de comunicación para conocer sucintamente sus características y funcionamiento, analizar las consecuencias negativas de los abusos de la televisión y la teleadicción, exponer de qué forma un uso adecuado puede favorecer y potenciar el desarrollo personal y, finalmente, realizar algunas propuestas sobre la necesidad de vincular mucho más en el futuro inmediato la televisión a la educación y de cómo educar en el medio y para el medio desde la propia familia 

Comunicación y sociedad: una visión panorámica

Podría afirmarse que la historia de las sociedades humanas está profundamente vinculada al nacimiento y al desarrollo de diversos sistemas de comunicación.

En el proceso que abarca desde la hominización a la humanización, juega un papel determinante la aparición del lenguaje. Los hombres primitivos encuentran en la palabra un instrumento valioso para subsistir y evitar peligros.

La palabra favorece extraordinariamente actividades cooperativas como la caza, ayuda a los primeros intentos de organización social y posibilita el nacimiento de la dimensión simbólica del ser humano.

Desde sus orígenes toda organización social, por precaria que fuera, ha dispuesto de sistemas de comunicación

En el hombre hay una necesidad profunda de organizar y sistematizar el mundo que le rodea, el medio en el que vive y una naturaleza que antes de poder dominarla se le presenta desconocida y hostil. Los mitos son un intento de explicarse ese mundo a través de la actuación de seres y fuerzas sobrenaturales que responden a preguntas como ¿quiénes somos? ¿de dónde vinimos? ¿cuáles son nuestras señas de identidad? y ¿cuál es el papel y el destino de nuestra comunidad?. El efecto de esta forma de transmisión oral es fundamental para la cohesión y organización social de las comunidades primitivas.

La aparición de la palabra escrita supone un paso cualitativo, pues a través de ella pueden expresarse sentimientos personales, comunicarse a distancia y trascender el paso del tiempo. La fuerza de la palabra escrita queda plasmada en el aserto romano «verba volant, scripta manent» (las palabras vuelan, lo escrito permanece).

El deseo de conocer las novedades, de entretenerse y de reunirse colectivamente para ser informados y disfrutar dio origen en la Edad Media a la aparición de los juglares. Si nos fijamos bien los juglares venían a desempeñar unas funciones y roles sociales similares a los que hoy realiza la televisión. La aparición de la imprenta en el renacimiento supuso otro paso de envergadura. Esta innovación técnica permitió una extensión y expansión del libro y de las ideas y favoreció algo tan importante como la lectura individual y la interpretación personal de los hechos.

Cualquiera de nosotros vive en un hogar en el que, preferentemente en la sala de estar, la televisión ocupa un lugar destacado e incluso no es infrecuente que exista más de una televisión en una misma vivienda

El gran desarrollo de los actuales sistemas de comunicación es hijo de las consecuencias de la revolución industrial. La técnica es un instrumento humano para dominar la naturaleza y para lograr mejoras en la calidad de vida. La técnica en su proceso de desarrollo da lugar a la ciencia y la ciencia puede aplicarse a la salud, a la industria o a encontrar nuevas dimensiones a la comunicación humana. No es preciso insistir en la relevancia de la aparición del teléfono, el telégrafo o en tiempos más recientes la radio, que ha marcado el ritmo de vida y el entretenimiento de varias generaciones. La aparición de la televisión y su paulatina pero imparable extensión abre las puertas de una nueva revolución tecnológica que hoy se prolonga en la telemática y la microelectrónica. Sin ir más lejos, estas reflexiones que estáis leyendo han sido escritas en un ordenador 

Lo que se oculta detrás de la pequeña pantalla

Es usual, cuando llegamos a casa, apretar el botón de la televisión o del mando a distancia y comenzar a ver imágenes y a escuchar informaciones.

En una sociedad como la que vivimos, todos podemos ser manipulados pero esa manipulación estará muy ligada a la pasividad y a la ignorancia. Si nos limitamos a ser meros receptores y a acumular acríticamente lo que la televisión -con zapping o sin zapping- nos ofrezca, seremos víctimas propicias. Pero también es posible preguntarse ¿qué se oculta detrás de la pequeña pantalla? ya que el conocer lo que pasa y cómo pasa nos ayudará a enfrentarnos críticamente a este artilugio tecnológico. En definitiva, lo peor de la televisión, como de tantas otras cosas, es no saber nada de ella, ni de su funcionamiento, ni de sus mecanismos, ni de su capacidad de influir en nosotros. Un sólo ejemplo ilustrará lo que estamos diciendo. La duración media de un anuncio es de 15-20 segundos. Ese anuncio, además nos «pilla» desprevenidos mientras salimos de lavarnos las manos, estamos comiendo o cambiamos impresiones con alguien de nuestra familia. Sin embargo nos impacta ¿por qué?. Ese anuncio ha sido cuidadosamente preparado por expertos en publicidad durante varios días e incluso semanas, se ha grabado cuidadosamente y se ha pensado hasta la saciedad la musiquilla, los interiores o exteriores, el atuendo de los personajes y el eslogan persuasivo, buscando además cogernos desprevenidos en el momento en que nos asalta a traición.

Por tanto, la postura que vamos a defender es comenzar nuestra reflexión sobre la televisión preguntándonos ¿qué hay detrás?. Es decir, la cara oculta o por emplear un símil culinario, la cocina en la que se preparan los platos que se sirven en la mesa del restaurante.

La televisión está sujeta a las normas que rigen el proceso global de la comunicación, aunque tiene ciertas características específicas. En el proceso de comunicación intervienen un Emisor, un Receptor, un Mensaje, un Código y un Medio

Lo primero que debemos poner de manifiesto es que la televisión es un medio de comunicación imperfecto porque es unidireccional. En una conversación que mantengamos en la calle los papeles de emisor y receptor pueden intercambiarse y de hecho se intercambian, pasando automáticamente el emisor a receptor y el receptor a emisor. Sin embargo, curiosamente, en televisión estos papeles no se intercambian nunca y el emisor se dirige a un número de cientos de miles o millones de receptores que no van a tener capacidad de intervenir, por lo menos hasta que no se desarrollen más los métodos interactivos que posibiliten una participación real de los receptores o telespectadores. En la actualidad disponemos, eso sí, de mecanismos para paliar esta indefensión: el zapping y desde luego apagar la televisión pues no está escrito en ningún sitio que ver televisión sea obligatorio si no nos satisface la oferta que nos proporciona.

Convendría insistir en una idea fundamental: cuando hablamos de televisión el emisor, público o privado, no es neutral. Con anterioridad hemos hablado de la cocina, ¿qué se cuece en esa cocina?. La televisión no sólo no es ajena al mercado sino que es un ejemplo privilegiado de los mecanismos y características de  una sociedad de mercado. El emisor o bien es un poder público o una empresa privada con intereses que necesita financiación y que recurre a la publicidad como instrumento fundamental para dicha financiación.

No sería descabellado a la hora de analizar una parrilla de programación contemplar la influencia de la publicidad en dicha parrilla, así como los patrocinadores de diversos programas y concursos para llegar a la conclusión de que los anuncios no son sólo un espacio a intercalar entre otras programaciones sino que cada vez más las programaciones se realizan en función de criterios comerciales. Las televisiones no sólo tienen intereses comerciales sino también ideológicos, políticos y de otra índole. Cuando por la mañana, al salir de casa, entre la oferta de periódicos del quiosco elegimos uno, sabemos que la información y los comentarios corresponden a la línea y a los intereses de los dueños del periódico. Pues bien, lo mismo sucede con las distintas cadenas de televisión. Lo que, en buena lógica, debe llevarnos a defender un control social de esos medios, contando con los propietarios de las cadenas, las administraciones públicas y las organizaciones ciudadanas, buscando con ello más la autorregulación que la sanción legal y el consenso en vez de la penalización. Planteamos la necesidad del control social como un elemento más de una posición activa ante el fenómeno televisivo, en lugar de ignorar irresponsablemente todo lo expuesto y colocarnos ante el televisor desconociendo los productos que se trabajan en la cocina, las estrellas del restaurante e incluso la naturaleza y talante del dueño y del "maitre".

McLuhan, cuya Galaxia de Guttemberg es ya un texto clásico sobre la historia del medio y sus entresijos, expone en uno de sus postulados más conocidos que el medio es el mensaje aunque también afirma que el medio es el masaje. La importancia del medio es tanta y la del mensaje muchas veces tan escasa que para muchas personas aparecer en la pequeña pantalla se ha convertido en un fin en sí mismo, pues las apariciones significan fama, reconocimiento, prestigio, dinero y abre las puertas para otros muchos campos. Tal vez no sea ajeno a esto el que existan pertinaces contertulios capaces de opinar en el mismo día sobre la inmortalidad del cangrejo, la crisis económica, el último triunfo deportivo, el penúltimo escándalo de corrupción y la vida privada de otros famosos, contertulios o no.

Sucintamente hemos hablado de emisor, receptor, medio y mensaje, entendiendo por mensaje el contenido de las diversas informaciones de todo tipo que se transmiten. Ahora bien, para que el receptor asimile el mensaje es preciso que disponga de un código y que esté en condiciones de descodificarlo. Si nosotros nos expresamos en castellano podemos, sin dificultad, entender un periódico, un libro o conversar con otros castellanoparlantes, pero si el periódico o el libro están escritos en árabe y no sabemos árabe no nos enteramos absolutamente de nada ¿por qué? porque nos falta el código

El medio televisivo consta de una serie de mecanismos, técnicas e instrumentos que es preciso conocer para interpretar y entender cabalmente los mensajes. Es decir, para realizar una descodificación crítica.

Manual de instrucciones contra la lluvia radioactiva

¿No es la esencia de la educación la defensa civil contra la lluvia radioactiva de los medios de comunicación?

Marshall McLuhan

De la televisión puede hacerse un buen uso o un mal uso. En sí misma no es buena ni mala sino un instrumento del que pueden desprenderse consecuencias positivas o negativas para nuestro crecimiento personal y nuestras relaciones familiares y sociales.

Centrémonos en los riesgos, problemas y consecuencias negativas para más adelante exponer las directrices de una utilización educativa, crítica y participativa del medio.

Una mala utilización de la televisión acarrea no pocas disfuncionalidades e incluso trastornos que abarcan desde problemas visuales y musculares hasta el sedentarismo, entendido como pasar horas muertas delante de la televisión que adquiere el papel de tótem, así como deficiencias en los ritmos de alimentación y sueño.

Las consecuencias no acaban desgraciadamente aquí, sino que también se extienden a otros campos generando incomunicación, alteración de los mecanismos de descodificación, teniendo como corolario una confusión entre fantasía y realidad, así como un mimetismo, imitación y asunción acríticos de los modelos y valores que la televisión propone.

El método que hemos venido siguiendo es el de las aproximaciones sucesivas. La televisión es un medio o instrumento que posee facultades indudables pero que como es lógico presenta también limitaciones. No sería correcto pedirle a la televisión lo que no puede dar, pues de esta actitud sólo se obtendrán frustraciones.

Lolo Rico, en uno de sus inteligentes libros, «El buen telespectador», analiza con su amenidad y rigor característicos aquellos problemas que la televisión ni resuelve ni puede resolver. En definitiva, para qué no sirve la televisión. Por su claridad exponemos sus aportaciones en forma de cuadro sinóptico:

Para Qué No Sirve la Televisión

· Olvidar nuestra soledad

· Huir de nuestros miedos

· Calmar nuestras ansiedades

· Evadirnos de nuestros problemas · aliviar el aburrimiento

· Distraer nuestras frustraciones 


Por su parte, Joan Ferrés en su sugestiva, documentada y entretenida obra «Televisión y Educación» defiende la tesis de que el fenómeno de la teleadicción es una realidad existente y operante. Realiza una espléndida descripción del síndrome teleadictivo. Hemos elaborado un cuadro a partir de su diagnóstico que vamos a denominar Cuadro Clínico de la Teleadicción y  que, desde nuestro punto de vista, resultará muy útil a padres, madres y educadores. Sería conveniente, tras la lectura del cuadro, reflexionar e incluso debatir si observamos la aparición de algunos de estos síntomas en nosotros mismos, en nuestros hijos o en nuestros amigos.

Cuadro clínico de la Teleadicción

Desde nuestro punto de vista la actitud a mantener debe huir tanto de una despreocupación negligente como de dramatización angustiosa. La teleadicción no está catalogada en ningún lugar como una enfermedad incurable, por lo tanto podemos desarrollar estrategias para combatirla adecuadamente. Ahora bien, nunca insistiremos lo suficiente en la necesidad de que como padres y madres estemos preocupados y ocupados por el ocio de nuestros hijos, la formación de su personalidad y la forma de organizar su vida cotidianamente. Si observáramos que aparecen en los hábitos de nuestros hijos síntomas de teleadicción que les provocan disfunciones, una visión anómica de la realidad y que todo esto incide negativamente en el cumplimiento de sus tareas y obligaciones y en sus relaciones sociales con sus amigos y grupos de iguales, deberemos actuar con decisión y rapidez.

La Teleadicción origina en las personas de cualquier edad los siguientes trastornos

· Aburrimiento

· Dificultades de concentración

· Fatiga

· Impaciencia

· Irritación

· Alteraciones oculares

· Alteraciones en el ritmo del sueño y pesadillas

· Tensión nerviosa

· Comportamiento agresivo

· Obsesión consumista y hábitos de consumo negativos

Es importante animar a nuestros hijos e hijas para que jueguen, practiquen algún deporte, lean, dibujen o desarrollen hábitos imaginativos y creativos. Dada la vinculación que debe existir entre la familia y el centro educativo, deberíamos así mismo, comunicárselo al tutor o tutora y al Departamento de Orientación del Centro pues pueden sernos, como padres y madres, muy útiles las orientaciones y reflexiones del psicólogo.

La televisión influye de forma decisiva en nuestros comportamientos y, aunque no lo percibamos siempre, en nuestras valoraciones. El «lenguaje televisivo», como el lenguaje oral, denota y connota

Denotar significa exponer objetivamente, definir, conceptualizar, mostrar, las cosas como son. Connotar quiere decir sugerir, crear una atmósfera implícita que refuerza lo explícito y propiciar relaciones y asociaciones en la mente del telespectador para conseguir unos determinados resultados. Así, por ejemplo, los turrones o determinados dulces, independientemente de su sabor, pueden estar anunciando o sugiriendo la Navidad con su sola aparición en la pequeña pantalla. La repetición hasta la saciedad de una mujer con delantal es una invitación a que las mujeres utilicen el delantal y la insistencia en los maravillosos efectos del perfume hace que subjetivamente se cree la necesidad de emplearlo para conseguir efectos similares a los de los protagonistas de los anuncios. Por tanto simples objetos e informaciones aparecidos en la pantalla pasan a convertirse en elementos generadores de actitudes, valores e intenciones.

La televisión no causa solamente efectos negativos sino que, correctamente utilizada, aporta elementos que favorecen el proceso de socialización y potencian el crecimiento personal

Comencemos con la función informativa. Existen comunicólogos, psicólogos y antropólogos que definen al ser humano como infornívoro, es decir, devorador de información. Es más, en este momento de expansión de los medios, recibimos una enorme cantidad de información que sólo podemos digerir y asimilar parcialmente.

Muchas personas y familias tienen una especie de alergia a los servicios informativos y tan pronto como aparecen las noticias en la pequeña pantalla hacen zapping buscando otras programaciones, no obstante la televisión cumple una importante función social informando y
son cientos de miles y millones las personas que, al no leer periódicos y escuchar poco la radio, reciben la información a través de la televisión.

Es importante estar informados. En esta Aldea Global todo lo que sucede nos afecta o puede afectarnos potencialmente. Algo tan aparentemente lejano como las elecciones presidenciales de Estados Unidos va a tener una influencia nada desdeñable sobre la economía o la política internacional de nuestro país.

El auge de los nacionalismos, la expansión de los fundamentalismos, la guerra civil en la Ex-Yugoslavia o la incorporación de un nuevo país a la Comunidad Europea, así como las subidas o bajadas de las bolsas de Nueva York o Tokyo en este mundo interdependiente, van a acabar repercutiendo en la sociedad española y en nuestra propia vida cotidiana.

La función informativa de la televisión va más allá de los espacios estrictamente informativos como telediarios o telenoticias, ya que recibimos información a través de otros muchos programas que nos ponen en contacto con los problemas del tercer mundo, los retos ecológicos o analizan la realidad política, económica, social y cultural de la sociedad española.

Desde CEAPA reivindicamos que los padres y madres no renunciemos al derecho a la información recordando aquel aserto de que «una persona sin información es una persona sin opinión

Por tanto, en nuestros hábitos de telespectadores debemos planificar el conceder un espacio diario no sólo a recibir información sino a profundizar en los temas que nos interesan a través de la óptica plural de los debates. Debemos defendernos de la influencia po derosísima de los medios e intentar controlarlos en la medida de lo posible para evitar caer en su tela de araña y convertirnos en víctimas pasivas sin capacidad de reacción. No existen recetas mágicas, pero el mero hecho de comentar la cartelera, seleccionar programas y decidir colectivamente lo que vamos a ver es un primer paso importante.

La televisión cumple otra función interesante: la de entretenernos. No hemos de renunciar a lo que nos gusta y después de una jornada de trabajo, no hemos de sentir ningún pudor en buscar lo que nos gratifica y nos agrada, una película, un programa de variedades, un concurso, una competición deportiva, etc. Ahora bien, hemos de generar instrumentos críticos buscando la calidad y huyendo de lo burdo y zafio. Además hemos de ser sensibles a las nuevas estrategias publicitarias como la de introducir la publicidad dentro de los programas para evitar que podamos hacer zapping.

Por otro lado y especialmente en los concursos hemos de reflexionar sobre los valores implícitos que nos están transmitiendo, como por ejemplo el poder omnímodo del dinero. Lo que se ha dado en llamar la «cultura del pelotazo», creemos que está relacionada con ese afán por lograr dinero, mucho dinero en los concursos y no sólo dinero, coches, apartamentos, regalos, viajes, otra vez concedidos por firmas comerciales que se introducen subrepticiamente en nuestra casa. El afán por obtener dinero, mucho dinero y regalos, acaba por repercutir negativamente en la propia calidad del programa. Una pareja podría perder un valioso coche o viaje por no recordar la capital de un país nórdico, para evitarlo se prepara un escenario en virtud del cual tienen que elegir números del uno al diez que, una vez descubiertos, contienen los premios y castigos u optar entre dos o tres puertas de las cuales una conduce al paraíso.

Otra función de singular relieve es la educativa/formativa. Los índices de audiencia muestran que determinados documentales y programas culturales son cada vez más apreciados. Lo importante en este caso, como en tantos otros, es la libertad de elegir, que por cierto queda reducida a cero cuando los distintos canales programan un culebrón a la misma hora.

Nuestros hijos e hijas aprenden muchas cosas interesantes en la escuela, en nuestra propia casa, en el barrio, en el cine y en el parque de atracciones, pero no es menos cierto que también aprenden muchísimas cosas a través de la televisión. Un niño o una niña de 6 u 8 años tiene más información del mundo en el que vive que un anciano o anciana de 60 en otros momentos históricos.

Nos sorprende el hecho de que nuestros hijos e hijas sepan muchas cosas sobre la deforestación de la Amazonia, la capa de ozono, la constitución del universo, la comunicación neuronal y la organización cerebral, o las costumbres de los inuits o esquimales, pues bien, no es improbable que muchos de estos conocimientos los hayan aprendido a través de noticias, documentales y películas que han aparecido en la pequeña pantalla.

Cuando hablamos de la función educativa/formativa no nos estamos refiriendo sólo a los programas denominados educativos que muchas veces son aburridos y disuasorios, sino a las informaciones recibidas que ayudan a entender el mundo en el que se vive y que favorecen un cambio de actitudes y valores, como lo muestra el progresivo grado de concienciación ecológica o de la necesidad de apoyar y llevar a cabo una cooperación con el tercer mundo, como ha puesto de manifiesto la campaña del 0'7 %. Lo que se presenta como educativo es muchas veces soporífero. Nunca olvidaremos lo aburrido que nos resultaba cuando éramos niños programas en los que se pretendía explicarnos la digestión como si se tratara de una aventura. En sentido contrario muchos padres y madres valoran positivamente la creatividad y osadía de programas como Barrio Sésamo o la Bola de Cristal. 

La televisión informa, entretiene, educa y forma, pero sus funciones no terminan ahí. La televisión posee una capacidad de despertar el sentido crítico si sabemos decodificar e interpretar los mensajes e integrar los nuevos datos dentro de nuestra red de conocimientos procurando tener una cabeza bien amueblada. La televisión es un espacio para el ejercicio y aprendizaje de la actitud crítica. En cierto modo, la actitud crítica vendría a actuar como un eje transversal. Las informaciones fragmentarias o inconexas generan confusión pero organizadas y estructuradas dan sentido a la realidad y permiten abordar los problemas con conocimiento de causa para integrar cada dato nuevo en nuestro almacén personal de información contextualizándolo y dándole su verdadero valor. Debemos aspirar a ese sentido crítico para prevenirnos de los efectos engañosos de la publicidad, para diferenciar la violencia o el sexo como ingredientes de la vida y de las relaciones sociales de la casquería y carnicería gratuita o de la pornografía burda y lo que puede ser aún más importante, para diferenciar la información veraz y objetiva de la tendenciosa y parcial, sea cual sea la corbata del busto parlante 

Educación y Medios de Comunicación

La escuela debe aspirar a educar para la vida, es decir, a que los conocimientos, valores y actitudes que se aprendan en las aulas resulten útiles para el proceso de socialización de los niños y adolescentes y para su integración en el medio físico, social y cultural en el que viven.

Dada la importancia de los medios de comunicación en general y de la televisión en particular, la escuela ha de plantearse con toda seriedad un dilema de envergadura: o educa para enseñar a desenvolverse ante los medios y a generar un sentido crítico o correrá el grave peligro de convertirse en una institución anacrónica, superada por una realidad de la que la televisión forma parte y condenada a la tarea imposible de educar para el futuro con métodos, objetivos y contenidos del pasado.

De la misma forma que los niños y niñas aprenden a leer y a escribir y se denomina analfabetos funcionales a aquellas personas capaces de silabear o de firmar pero que no comprenden el contenido de lo que leen, la nueva misión de la escuela será enseñar a leer y escribir en los medios y para los medios o exagerando un poco «enseñar a leer en los labios».

El reto consiste en asumir esta tarea como un eje transversal. Recordemos que la mejor forma de aprendizaje es el aprendizaje a través de la experiencia, de ahí que junto a exposiciones teóricas y trabajo en grupos haya que apostar por talleres de vídeo y análisis crítico de contenidos y mensajes. Sería interesante, por ejemplo, estudiar en un aula de secundaria las relaciones de pareja en los culebrones y si se corresponden o no con la realidad aspectos como los roles sexuales, las relaciones y conflictos familiares, etc. o bien destripar anuncios haciendo hincapié en los mecanismos de manipulación y los efectos que pretenden producir en los telespectadores. Estas actividades han de complementarse necesariamente con otras de carácter técnico que incluyan aprendizajes de producción, montaje de vídeo, efectos especiales, fotografía, arte dramático, dirección y elaboración de guiones, procurando que las «intuiciones» den paso a una fundamentación y conocimiento de lo que se está empezando a denominar tecnologías de la información.

Si podemos entender el medio televisivo como un instrumento comunicativo que apela a nuestras emociones y sentimientos, y que nos seduce a través de ellos, la educación para aprender a ver televisión ha de proponerse como objetivo recuperar la capacidad de análisis y valoración racional como maneras de neutralizar estas influencias

Los peores apocalípticos no son ya quienes abominan de la televisión convirtiéndola en un conglomerado de males sin mezcla de bien alguno, sino quienes ignoran la necesidad de contrarrestar sus efectos mediante la adopción de instrumentos críticos teóricos y prácticos.

La escuela resulta un lugar indiscutiblemente privilegiado para abordar la educación en los medios, y al mismo tiempo enriquecer el resto de su actividad incorporando instrumentos, recursos y técnicas audiovisuales.

Las APAs, por nuestra parte hemos de jugar una baza dinamizadora, realizando aportaciones para que la educación en los medios y especialmente en la televisión se incluya en el Proyecto Educativo de Centro y en la Programación General Anual y no sólo eso, sino incorporando a las Escuelas de Padres y Madres y a nuestra acción formativa actividades sobre aspectos técnicos e ideológicos de la televisión, a fin de aumentar nuestra capacidad para dialogar más y mejor con nuestros hijos y poder educar en los medios y para los medios en nuestros propios hogares. Indudablemente, en ninguna ocasión podemos ni debemos delegar por completo la educación de nuestros hijos e hijas al centro educativo. Ante la televisión, el ámbito familiar cumple un papel complementario al de la escuela y necesario para que la educación en los medios resulte productiva. Para cumplir nuestra función educativa necesitamos de un aprendizaje previo. Las APAs son el lugar adecuado para lograrlo a través de una formación activa 

Familia y televisión

La televisión no es ninguna panacea. Por el contrario existen tópicos que se dan por ciertos pero que no resisten la comprobación empírica. Las encuestas de opinión son interesantes para conocer lo que los niños y adolescentes piensan de la televisión e interpretándolas adecuadamente podemos extraer conclusiones muy diferentes de las que corren de boca en boca. Una cosa son las apariencias y otra los hechos que, como nos recordaba el viejo de Tréveris, suelen ser tozudos.

Nuestros hijos e hijas dedican varias horas todos los días a ver la televisión y ven más tiempo la televisión en un sólo día del que dedican a practicar deporte en una semana

Ahora bien, el hecho de que vean tanta televisión no significa que no les guste más hacer otras cosas. Quizás los adultos, con nuestras actitudes y nuestra comodidad, tengamos mucho que ver con este fenómeno.

Los niños, niñas y adolescentes, cuando son entrevistados, declaran preferir en todos los casos jugar, salir con sus amigos y estar con sus padres que viendo la televisión. Lo que ocurre es que el descenso demográfico trae como corolario que en muchos hogares exista un solo hijo, la incomunicación de las grandes ciudades y el clima dificultan jugar en la calle o visitar a otros niños y niñas en sus casas y el ritmo de vida acelerado y horarios poco funcionales impiden a muchas madres y a un número aun mayor de padres una comunicación fluida y un ocio compartido con sus hijos.

Nos ha parecido que los resultados de la encuesta «Los valores de los niños españoles, 1992» de Petra Mª Pérez, Ricardo Martín y Gonzalo Vázquez tienen suficiente entidad para que elaboremos el siguiente diagrama sinóptico a fin de manejar datos fiables en lugar de utilizar tópicos inciertos.

Mucho se ha escrito sobre la influencia de los medios de comunicación en la vida cotidiana de la familia. Tomemos por ejemplo el estudio de Ekkerhard Sander, investigador alemán, en el que defiende la tesis de que los medios han transformado en cierta forma la infancia y la juventud a través de cambios estructurales, así como la idea de que los medios de comunicación han favorecido la autonomía sociocultural temprana de las generaciones más jóvenes.

La televisión ha alterado horarios, costumbres, ritmos de sueño y alimentación y pautas de descanso, pero no constituye ninguna nueva maldición bíblica y es perfectamente posible no sólo defenderse de la lluvia radiactiva de los medios, sino dar la vuelta al calcetín y aprovechar las ventajas de los medios para fortalecer los vínculos familiares. Cualquier programa de televisión puede impedir que los miembros de una familia, situados hombro con hombro frente al aparato, se comuniquen. Desde la perspectiva opuesta, ese mismo programa puede promover un tema de conversación interesante a su término, generando el intercambio de opiniones, y un interesante debate familiar.

Preferencias entre la TV y distintas alternativas de actividad

Ver la tele (16'5%)

Salir con los amigos (82'3%)

Ver la tele (26%)

Juegos de mesa (74'0%)

Ver la tele (26'9%)

Hacer deporte (72'1%)

Ver tu programa favorito (29'2%)

Jugar con tus amigos (69'6%)

Ver la tele (45'7%)

Leer lo que te gusta (53'2%)

El filósofo Jürgen Habermas, entre sus aportaciones valiosas, incluye una reflexión sobre la razón tecnológica y la razón moral, desarrollándola sintéticamente de la siguiente forma: la razón moral ha de embridar a la razón tecnológica racionalizándola y humanizándola, porque en el caso contrario la lógica implacable de la razón tecnológica puede no sólo deshumanizar sino causar una acción devastadora de gigantescas proporciones destructivas. La dignidad humana es inalienable. La relación de los seres humanos con las cosas jamás suplirá la comunicación y la relación entre personas.

Un fenómeno alienante cada vez más frecuente, es el del niño o la niña que pasan horas y horas ante el ordenador y el aparato de televisión, embebiéndose cada vez más en esa dinámica e incomunicándose cada vez más de su familia, de sus amigos y de su grupo de iguales.

Cuanto más pequeño o pequeña es un niño o una niña más indefenso está ante la influencia de la televisión porque carecen de la capacidad necesaria para diferenciar realidad de ficción

Sin embargo si esos mismos niños cuentan con adultos que ven la televisión con ellos, les hacen preguntas y les obligan a pensar y a verbalizar sus sentimientos, no sólo les resultará útil sino que favorecerá su proceso de aprendizaje pues existe una correlación entre el estímulo y la atención de los adultos a la hora de que los niños vean la televisión y su proceso de desarrollo, que puede verse afectado positiva o negativamente por la atención o desatención que se les preste.

La televisión sólo contribuirá a incomunicar y a desvincular a las familias que se lo permitan al no hacer un uso adecuado de este medio de comunicación tecnológico

La televisión no es la causa directa de la violencia o de la anomia social sino su efecto; es decir, son la violencia y la anomia social las que se proyectan sobre la pequeña pantalla. Por mucho que se quiera demonizar a la televisión o convertirla en el chivo expiatorio, ella no es la responsable de que muchas personas se enganchen y se aíslen convirtiéndose en teledependientes o teleadictos.

Tal vez lo mejor del hombre sea su afán por conocer y su amor al conocimiento. Los artilugios técnicos y tecnológicos son hijos de ese amor. Entre los sueños más antiguos y más preciados han figurado siempre los de trascender y superar el espacio y el tiempo y las tecnologías de la comunicación han venido a colmar esos sueños. No se trata de hablar de autopistas de la información ni de realidad virtual, sino de tomar conciencia de que las tecnologías de la comunicación son un instrumento para el progreso, a condición de que el ser humano sea quien controle las tecnologías que inventa, no permitiendo que se le desboque el caballo y el jinete sea despedido al precipicio.

Las familias que actúan de forma irresponsable «enchufando» a los niños a la televisión, utilizando la pequeña pantalla como canguro, creando hábitos pasivos y dependientes al no dar a sus hijos otras opciones y reduciendo la riqueza de relaciones del hogar a la contemplación hipnótica del objeto tótem, se comportan de una forma no muy diferente a los jugadores de la ruleta rusa y se condenan a sí mismas a ser fagocitadas por el flujo de imágenes de la lluvia radioactiva que ellas mismas han provocado

La televisión puede ser un instrumento para la cohesión familiar mejorando la información proporcionando esparcimiento, contribuyendo a una mejor formación y favoreciendo el espíritu crítico. Eso será posible si la familia antepone su convivencia y sus relaciones a la dependencia ante la caja siniestra, pero en ese caso tal vez la siniestra sea la familia y no la caja. En el fondo la situación no es muy diferente a la del personaje del cuento que rompe el espejo cuando éste transmite una realidad fea y desagradable, sin embargo la culpa no es del espejo

Síntesis de mensajes

A lo largo de las páginas destinadas a exponer el contenido temático hemos desarrollado una serie de ideas y propuestas. Nos parece que habría que retener los siguientes mensajes como los más significativos.

1. Los padres y madres tenemos derecho a defendernos del aluvión de programas, imágenes, incitaciones al consumo, concursos, realities shows, etc. que, en acertada expresión de McLuhan, constituyen una auténtica lluvia radioactiva.

2. El mal uso de la televisión tiene consecuencias lamentables para las personas. Un ejemplo extremo de esto es la teleadicción, que provoca efectos no deseados sobre la capacidad de la persona para elegir y sobre las relaciones sociales ya que aísla al teleadicto de la realidad y lo sumerge acríticamente en un mundo ficticio y alienante.

3. La televisión tiene al menos cuatro funciones que, debidamente canalizadas, favorecen la comprensión del mundo en que vivimos y el desarrollo personal: estas cuatro funciones son la informativa, la de entretenimiento, la educativa y la crítica.

4. Lo peor de una persona, niño, adolescente o adulto, habitante de la «aldea global», es el desconocimiento del medio televisivo y de sus características. Por tanto hemos de comprometernos a conocer los recursos teóricos, técnicos e ideológicos que nos permitan des codificar adecuada y críticamente lo que sucede en la pequeña pantalla.

5. Las nuevas realidades sociales exigen nuevas respuestas. Por tanto hemos de demandar una educación para y en los medios en la escuela y en la familia. Educar en los medios no tiene por qué ser aburrido ni moralista. Por el contrario, incrementará la motivación de nuestros hijos para conocer críticamente una realidad en la que se desenvuelven a diario y que ocupa un porcentaje importante de su ocio y tiempo libre.

6. Al hablar de la televisión nos enfrentamos a un fenómeno social complejo articulado en grandes compañías y conglomerados de cuya objetividad es lícito discrepar. Detrás de los medios de comunicación existen intereses, poderes y modelos sociales e ideológicos. Por tanto, cuestionar su objetividad, preguntarse el por qué de cada cosa y buscar respuestas a las insistencias y a las ausencias es una forma de empezar a comprender críticamente los mensajes y medio televisivo.

7. En una sociedad democrática el control social supone una garantía para luchar contra la manipulación y el poder de los medios de comunicación. CEAPA defiende mecanismos autorreguladores que posibiliten que las asociaciones de consumidores y usuarios y las Con- federaciones de padres de alumnos participen e intervengan en dicho control social. 

Directrices para la utilización de estos materiales en Escuelas de Padres y Madres

Tan importante como los contenidos es la forma de transmitirlos, de ahí la importancia de los instrumentos metodológicos.

Las orientaciones de estos materiales sólo pretenden ayudar al proceso formativo y en ningún caso poner la menor cortapisa a la creatividad y capacidad de innovación de los responsables de las Escuelas de Padres y Madres.

Consideramos que la transmisión oral de la información es un instrumento eficaz pero si se abusa de él puede resultar aburrido y fomentar la pasividad. Por tanto sugerimos tanto el empleo de transparencias (a título de ejemplo, pueden proyectarse y comentarse los Objetivos, los Mensajes y la página de Compromisos de este cuaderno para favorecer una exposición más dinámica), como el de metodologías activas que incluyan cuestionarios para la discusión y debate, técnicas de trabajo en grupo, dramatizaciones y elaboración grupal de ideas y proyectos. Si la educación a través de la experiencia es deseable para nuestros hijos también debemos aplicárnosla a nosotros mismos.

No es desdeñable la aportación de los técnicos y expertos, pero los padres y madres podemos aprender muchas cosas unos de otros en un proceso de comunicación horizontal en el que nos contemos mutuamente nuestras experiencias, aprendamos de ellas y pongamos en común nuestras opiniones y reflexiones. El protagonismo en las escuelas de padres y madres debe tenerlo en todo momento o en la mayor parte de las sesiones la comunicación entre los asistentes y participantes.

Es conveniente que cada Escuela de Padres y Madres analice estos materiales y que utilice los que le resulten más útiles con esta estructura u otra diferente, eliminando los que crea que por cualquier motivo no van a funcionar y añadiendo cualquier actividad distinta que resulte interesante y dinamizadora, ya que todos tenemos capacidad de inventar y nadie conoce como nosotros mismos la realidad sobre la que actuamos.

(El texto completo se encuentra en la página de la CEAPA

 

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