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EN DEFENSA DE LA ESCUELA PUBLICA (CEAPA) Mucho se ha hablado de la Escuela Pública. Corren tiempos en que todo lo que suene a Público tiene una connotación peyorativa, en tanto que se realza lo privado. Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Los ataques a la Escuela Pública no suelen ser desinteresados ni espontáneos, sino que obedecen a una concepción ideológica, más que liberal, reaccionaria y a la defensa de unos intereses. La Constitución española, en su artículo 27, reconoce, afirma y defiende que todos tienen DERECHO A LA EDUCACIÓN. Apostar por la universalización del derecho a la educación o lo que es lo mismo por que la Educación sea concebida como un Derecho es posicionarse a favor de la igualdad de oportunidades. Sabemos que históricamente la Educación ha sido el privilegio de unos pocos. La Escuela como institución es un instrumento social relativamente reciente. En la antigua Grecia, en Roma, en la Edad Media, en el resurgir humanista del Renacimiento, etc. la Educación era el privilegio de unas pocas familias que disponían del poder político y económico suficiente para encargar a alguna persona competente la formación y preparación de sus hijos, en tanto que el resto de la población era analfabeta. No debe causarnos sorpresa, por tanto, que el propio término pedagogo aluda al esclavo que determinadas familias poderosas utilizaban para la formación de sus hijos e hijas. Pensar en la Educación como un Derecho ha sido durante muchos siglos una utopía. El Derecho a la Educación es hijo, como tantos otros avances de la humanidad, del proyecto emancipador de la Ilustración. Los ilustrados, rompiendo la imagen de siglos, se atrevieron a pensar que la Educación y la preparación eran instrumentos preciosos para la autonomía de los hombres y para vencer la intolerancia, las supersticiones y los prejuicios. La bandera del Derecho a la Educación fue izada con valentía por el Movimiento Obrero y ha sido, durante el siglo XIX y buena parte del XX, una nítida seña de su identidad. Defender el Derecho a la Educación o la Educación como un Derecho para todos supone apostar por un modelo de persona y asumir los principios contenidos en las Declaraciones de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Quienes defienden el Derecho de todos a la Educación, lo hacen en primer lugar porque consideran que la dignidad del ser humano es inalienable y que toda persona debe disponer de posibilidades para desarrollar sus capacidades, entender el mundo en que vive y adquirir la preparación necesaria para prestar unos servicios útiles a la sociedad. El Derecho a la Educación fue una idea que progresivamente se abrió camino pero no logró su objetivo hasta que no consiguió la escolarización obligatoria y gratuita de todos los niños y niñas. Está de moda hablar mal del Estado, considerar que debe reducir sus funciones y su volumen. Sin embargo, la progresiva universalización del Derecho a la Educación para lograr implantarse necesitó del concurso y de los recursos de unos Estados expansivos. Hablar del Derecho a la Educación supone construir escuelas, formar maestros y promulgar leyes que consagren un período obligatorio de escolarización y gratuito. Las personas ignorantes e iletradas son mucho más fáciles de manipular desde el púlpito o desde cualquier instancia de poder. El miedo anida en el corazón del ser humano, pero la Educación contribuye a generar instrumentos para entendernos a nosotros y nosotras mismos, ser conscientes de nuestro papel en el mundo y saber asimilar el legado de la tradición, no para conservarlo como algo muerto, sino para que nos ayude a vencer los retos del futuro. La Escuela Pública es una filosofía, es un concepto educativo y un modelo pedagógico. Supone reconocer el derecho de todos a la educación y adoptar las medidas presupuestarias y legales para hacerlo efectivo. La Escuela Pública ha de financiarse con fondos públicos provenientes de los impuestos de los ciudadanos y ser gestionada por la propia Comunidad Educativa. Un mínimo de rigor debe llevarnos a distinguir Escuela Pública de Escuela Estatal. La Escuela Pública ha de ser coeducadora, crítica, tolerante, investigadora, propiciadora del aprendizaje a través de la experiencia, participativa, democrática, abierta al entorno y dispuesta a innovaciones permanentes en la utilización de metodologías activas y, sobre todo, participativas. La Escuela Estatalista puede ser, y con frecuencia ha sido, dogmática y adoctrinadora. La Escuela Pública ha de poner en manos de la Comunidad Educativa la gestión de los Centros. Luchar por la igualdad de oportunidades y contra las desigualdades es una de las misiones de mayor envergadura de la Escuela Pública. La Escuela Pública es inseparable del concepto de movilidad social. Una sociedad estamental que reproduce las desigualdades y donde las clases y fragmentos sociales están condenados a repetir «ad infinitum» roles, posiciones y oficios ha de generar mecanismos para imponer la jerarquía y el dominio e, incluso, para hacerlos parecer naturales e ineluctables. La Escuela Pública, por el contrario, presupone una sociedad abierta, en la que la capacidad y el mérito sean los factores que configuren la movilidad social. Los conservadores de todo signo gustan hablar de Pluralismo de Centros. La Escuela Pública difiere sustancialmente de este modelo para apostar por el Pluralismo en los Centros. Es positivo y enriquecedor que niños y niñas de diferentes clases y segmentos sociales, de creencias diferentes y provenientes de distintos medios culturales se eduquen juntos, comprobando que es mucho más lo que les une que lo que les separa y preparándose para convivir en una sociedad, cada día más compleja y progresivamente multiétnica y pluricultural. De ahí que separar a los niños y niñas en Centros diferentes por criterios religiosos o sociales suponga, desde nuestra perspectiva, un planteamiento agresivo que da la espalda a la vida. Por supuesto, el principio de la libertad de enseñanza posibilita que existan Centros privados con carácter propio o ideario, pero quien garantiza la Escuela para todos y la igualdad de oportunidades es la Escuela Pública. Los Padres y Madres que formamos las APAs las Federaciones y C.E.A.P.A. hemos de ser conscientes de que la Escuela Pública es un instrumento para la corrección de las desigualdades y para garantizar la igualdad de oportunidades. El reto a afrontar es, a mediados de la década de los años 90 y en el horizonte del siglo XXI, el de la calidad. Hemos de lograr que la Escuela Pública sea competente sin ser competitiva, que disponga de los medios e infraestructuras necesarios para que los chicos y chicas que se educan en sus aulas no se encuentren en una situación de inferioridad y para que las enseñanzas recibidas les capaciten para los objetivos previstos. Los indicadores de calidad no sólo se miden por los metros cuadrados de edificio y mucho menos por disponer de piscina o de servicios de lujo. Se miden también por la multifuncionalidad de los espacios, por la acción tutorial, por la apertura al entorno, por la participación de toda la Comunidad Educativa y por la capacidad de innovación pedagógica y de experimentación en el aula por parte de un Claustro de profesores que cree en la Educación como un Derecho. C.E.A.P.A. apuesta por la Escuela Pública, pero la Escuela Pública en la que creemos pertenece más al futuro que al presente y en su construcción debemos estar todos implicados: las Administraciones Públicas, el Profesorado y nosotros y nosotras como Padres, Madres y APAs. OBJETIVOS Y EXPECTATIVAS Defender y apoyar la Escuela Pública pasa por delimitar con claridad los fines o metas que queremos conseguir. De la misma forma que para viajar es necesario conocerse un mapa, para alcanzar un determinado logro es casi imprescindible elegir adecuadamente el camino a seguir y sortear las dificultades. Para lograr una Escuela Pública de calidad las expectativas y objetivos que, de forma orientativa, nos hemos marcado son los siguientes: 1. DEFINIR con claridad el concepto de Escuela Pública para huir, en la medida de lo posible, de toda ambigüedad y exponer con rigor las características que conforman el modelo al que aspiramos. 2. APOSTAR por una Escuela Pública de calidad basada, tanto en la participación y cogestión de la comunidad educativa, como en la preparación para la vida, la apertura al entorno, la acción tutorial, la orientación vocacional y profesional y un equilibrio entre el rigor en la aplicación del método científico y la recuperación del sentido humanista de la existencia. 3. ASUMIR que la Escuela Pública es un instrumento poderoso para hacer efectivo el derecho de todos a la educación y a la igualdad de oportunidades. 4. IMPULSAR un modelo de Escuela Pública que favorezca el espíritu crítico, la autonomía, el protagonismo de los alumnos y alumnas, el aprendizaje a través de la experiencia y la utilización de metodologías activas y participativas. 5. DEFENDER un auténtico pluralismo en los centros de carácter integrador, frente al concepto de pluralismo de centros que separa, disgrega y discrimina en función de las condiciones económicas y sociales, creencias y prejuicios. 6. DENUNCIAR los diversos intentos por escatimar los recursos necesarios para el desarrollo de una Escuela Pública de calidad, a fin de favorecer los Centros privados y un concepto elitista de la Educación. 7. SENSIBILIZAR a todos los Padres y Madres de Alumnos para que apuesten por un modelo participativo de Escuela Pública, basado en la gestión democrática y para que elaboren estrategias sobre cómo apoyar la Escuela Pública desde el movimiento asociativo del que formamos parte. 8. SOMETER a reflexión y crítica las deficiencias de los centros públicos para conocer el largo trecho que separa a la implantación del modelo que defendemos de las características y funcionamiento de los Centros públicos, actualmente existentes. 9. TOMAR CONCIENCIA de que el modelo de Escuela Pública que propugnamos sólo se alcanzará mediante una suma coordinada de esfuerzos entre las Administraciones Públicas, los Padres y Madres y las APAs el profesorado, Sindicatos docentes, los alumnos y sus Asociaciones. 10. PONER DE MANIFIESTO la vinculación que existe entre el desarrollo de la Escuela Pública y una sociedad democrática avanzada que luche contra las desigualdades, asuma los valores cívicos y avance hacia relaciones sociales e intergrupales de convivencia y tolerancia. Una escuela de calidad para una sociedad democrática avanzada Aclaraciones previas El propósito de las páginas que siguen no es teorizar sobre la Escuela Pública, ni contraponer complicados modelos educativos o pedagógicos. Sabemos que nos dirigimos a Padres y Madres de Alumnos y, por tanto, con un lenguaje sencillo y a un tiempo riguroso, queremos trazar con la máxima claridad una línea que vaya desde la realidad educativa que padecemos hasta el modelo de Escuela Pública al que aspiramos o, lo que es lo mismo, que recorra el espacio que separa el dónde estamos del hacia dónde queremos ir. A lo largo de nuestra vida y en el ejercicio de nuestra libertad, los hombres y mujeres hemos de optar y responsabilizarnos de los resultados de las decisiones que hayamos tomado. Es deseable que nuestra andadura sea coherente para evitar bandazos y oportunismos. Defender la Escuela Pública es una opción. La Escuela Pública es un instrumento para garantizar el Derecho de todos a la Educación, para combatir las desigualdades y para posibilitar una igualdad de oportunidades en virtud de la cual no se pongan cortapisas económicas ni sociales para que la capacidad o el talento se abran paso y para que el mérito sea el principal indicador del éxito social. La escolarización obligatoria y gratuita es un requisito previo para la Escuela Pública, pero no deben confundirse, en modo alguno, ambos conceptos. En las etapas históricas en las que no existía la Educación concebida como un Derecho, la sociedad presentaba un perfil rígidamente clasista en el que únicamente los privilegiados podían formarse y disfrutar de una educación que acababa por convertirse en un medio más para perpetuar el poder de la clase o élite dominante. Durante muchos siglos se ha defendido impunemente la desigualdad privando de derechos a quienes eran considerados inferiores: esclavos, mujeres, pobres, minorías étnicas, obreros, etc. La idea de Escuela Pública no hubiera podido abrirse camino sin la existencia de un ideal emancipador que se plasma en los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Defender que los hombres son desiguales, unos superiores y otros inferiores, conduce necesariamente a la explotación, a la marginación y a la jerarquización. Defender que los hombres son iguales conduce necesariamente a crear un marco, todo lo imperfecto que se quiera, pero abierto y progresivo, en virtud del cual, los derechos y los deberes sean los mismos y donde el derecho a la igualdad aspire a realizarse mediante una efectiva y cada vez mayor igualdad de oportunidades. La consecución de la escolarización obligatoria y gratuita significó un logro que ha de valorarse muy positivamente, pero el logro de cualquier objetivo, por importante que sea, ha de llevar a plantearse nuevas expectativas para seguir explorando y mejorando la realidad. Escolarización obligatoria y gratuita, sí, pero no de cualquier modo. Defender el derecho a la educación es defender una educación de calidad. La justicia es un ideal y un valor democrático que no consiste, como torpe y machaconamente se ha venido insistiendo, en darles a todos lo mismo, pues, esta visión, obviamente, mantiene y sacraliza las desigualdades existentes, sino en dar más a quien menos tiene. Existen, como es lógico, diversos modelos educativos. Existen, asimismo, buenos y malos Centros públicos y privados. Ahora bien, la apuesta por el modelo de Escuela Pública es hoy más que nunca una apuesta para ganar el futuro. Una sociedad que aspire a ser cada día más igualitaria ha de comprometer a las Administraciones Públicas en la defensa de un sistema educativo de calidad que garantice el derecho a la educación y el derecho a adquirir una formación sólida. En no pocas ocasiones los centros privados son guetos inversos en los que niños y niñas con un estatus alto proveniente de familias económicamente saneadas se aíslan del resto de la sociedad para perpetuar una élite. El uniforme o determinados servicios o instalaciones de lujo vienen a corroborar este modelo de reproducción de élites dirigentes. La Escuela Pública ha de ser no sólo integradora, sino solidaria. Cada día son más numerosos los inmigrantes en nuestro país, aunque las cifras son significativamente más pequeñas que en otros países europeos de nuestro entorno. Los hijos de esos inmigrantes o los niños pertenecientes a la etnia gitana no van a tener un fácil acceso a los Centros privados, entre otras razones por su escasez de recursos. De la misma forma, los niños y niñas con discapacidades físicas, psíquicas o sensoriales, tampoco van a encontrar fácil acomodo en los centros privados. Pero la Escuela Pública ha de hacer efectivo el Derecho de todos a la Educación y favorecer el que estos niños y niñas puedan convivir a diario en las aulas con nuestros hijos e hijas y dar un ejemplo, no sólo de tolerancia, sino de respeto a la pluralidad, al diferente y a quienes tienen necesidades educativas especiales. Paralelamente, la Escuela Pública ha de disponer de los recursos técnicos y humanos necesarios para hacer frente a estos importantes retos. Pongamos un solo ejemplo: de nada o de muy poco servirán los buenos propósitos para integrar a los niños y niñas con minusvalías físicas si los Centros no se remozan eliminando barreras arquitectónicas que imposibilitan la libertad de movimientos en el Centro de los alumnos/as parapléjicos/as. La Escuela Pública no debe confundirse tampoco con los actuales centros públicos. La Escuela Pública es un modelo a construir que debe partir de una crítica concienciada a las deficiencias actuales para que aquellos Padres y Madres que confían a sus hijos a la Escuela Pública lo hagan convencidos de que la Educación que van a recibir va a ser armónica y completa. Para nosotros, la participación, el empleo de metodologías participativas, la gestión democrática, la integración, la apertura al entorno y la preparación para la vida son indicadores de calidad superiores a determinadas ventajas de las que presumen algunos centros privados de élite. Por tanto, el reto en el que debemos implicarnos el de no regatear esfuerzos ni recursos para convertir la Escuela Pública en una Escuela científica y humanística, al servicio de la igualdad de oportunidades y que forme ciudadanos y ciudadanas para una sociedad democráticamente avanzada. Concepto de Escuela Pública El concepto de Escuela Pública es, desde nuestra perspectiva, un modelo abierto que en cada etapa o momento va haciendo frente a nuevos retos para evolucionar al compás de los cambios sociales. En estas circunstancias toda definición o conceptualización ha de ser provisional, pero, al mismo tiempo, existen unas señas de identidad nítidas que articulan y vertebran el modelo hasta el punto de que sin su concurso se desnaturaliza hasta llegar a convertirse en una caricatura. En 1981, en plena transición democrática, Luis Gómez Llorente y Victorino Mayoral, publicaron un excelente libro titulado «La escuela pública comunitaria», en el que ofrecieron una definición de Escuela Pública de la que vamos a partir. Los rasgos que mejor perfilan la idea de la Escuela Pública Comunitaria son los siguientes: Escuela gratuita, financiada por el Estado, no discriminatoria, gestionada por la Comunidad escolar, abierta a la comunidad de su entorno, orientada a conseguir el desarrollo integral de la personalidad humana por medio de una práctica pedagógica que despliegue todas las capacidades intelectuales y morales de los escolares. Parece obligado glosar estas características y actualizarlas a fin de que el modelo de Escuela Pública vaya ganando cuerpo y los Padres y Madres sepamos con claridad qué defendemos y los motivos y razones por los que lo defendemos. A. Obligatoria y gratuita Resulta muchas veces impopular contribuir con impuestos a la dotación de servicios sociales, sin embargo, en una sociedad democrática son un mecanismo de gran eficacia para redistribuir la riqueza y contribuir a mejorar la calidad de vida. Los impuestos, obvio es recordarlo, sirven para construir carreteras, equipar y mejorar hospitales, levantar Casas de la Cultura, sostener el funcionamiento de las Administraciones y, por supuesto, para hacer efectivo el derecho constitucional de todos los españoles a la Educación. Existen tendencias que postulan la disminución de iniciativas y la capacidad de acción de los estados modernos. En algunas ocasiones se pretende reducir al Estado a su mínima expresión. Ensayistas de talla y lucidez como Galbraith, ponen de manifiesto la resistencia de muchos «satisfechos» a contribuir con sus impuestos a sostener servicios de los que personalmente no se benefician, mediante argumentaciones del siguiente tenor: si llevo a mis hijos a una Escuela privada, ¿Por qué tengo que contribuir a sostener la Escuela pública?, ¿Si dispongo de servicios de medicina privada por qué tengo que contribuir a sostener la red pública sanitaria? Convertir un derecho de virtual en real es, ante todo, una opción y un compromiso. Si consideramos que la Educación es un derecho, hacer efectivo ese derecho es una obligación cívica y democrática y han de aportar más quienes más tienen para crear un clima social que haga factible la igualdad de oportunidades. Si sólo existiese Escuela Privada, el derecho a la educación sería una broma macabra. Hacer efectivo y eficiente el Derecho a la Educación significa garantizar su gratuidad en los niveles básicos obligatorios establecidos por las leyes. La L.O.G.S.E. ha dado un paso importante al incrementar en dos años el período obligatorio y gratuito que pasa a ser de diez años (6-16 años) -los seis años de la Educación primaria más los cuatro de la secundaria obligatoria (E.S.O.)- e incrementando las plazas escolares de tres a seis años, que pueden atender las necesidades de quienes lo solicitan. Sin embargo, el principio de igualdad de oportunidades ha de ir más lejos. Los diez años de educación obligatoria y gratuita, han de ir acompañados de una política social de becas en virtud de la cual todo chico/a con inteligencia, mérito y capacidad de trabajo pueda proseguir sus estudios y no ver frustradas sus expectativas por causas económicas. B. Financiada por el Estado La Educación en una sociedad democrática es un derecho que los Poderes públicos o Administraciones Públicas han de hacer efectivo mediante una financiación adecuada. Ahora bien, financiar no significa imponer ni controlar. Los Poderes públicos, a través de las partidas presupuestarias correspondientes, han de dotar a los Centros de los recursos humanos para que cumplan los fines educativos previstos, pero respetando la autonomía de los mismos y poniendo en manos de la Comunidad Educativa la gestión de los Centros. Un estatalismo a ultranza supondría un uniformismo artificial e impediría el que cada Centro pudiera formular su filosofía educativa y desarrollar su propio Proyecto Educativo. Cuando la L.O.G.S.E. da unas orientaciones de tipo general (Diseño Curricular Base) pero favorece que cada Centro desarrolle y adapte esas directrices a las características del entorno, podemos contemplar un ejemplo de cómo el Estado cumple con su deber de financiación, pero no impone un modelo sino que deja en manos de la Comunidad Educativa la adopción de decisiones y responsabilidades dentro de un marco general que marcan las leyes. C. No discriminatoria Discriminar es un verbo odioso. Significa marginar e impedir la igualdad. La Escuela Pública a la que aspiramos, precisamente porque ha de defender la igualdad de oportunidades, no sólo no es discriminatoria, sino que es un modelo antidiscriminatorio. La historia de la educación está llena de discriminaciones. La formación de unos, los más privilegiados, y el abandono del resto. El abandono de las niñas, disminuidos, etc. Muchas pueden ser las razones de la discriminación. El hecho de que existiese la Escuela segregada, es decir, aquella escuela, a la que los niños y niñas asistían en aulas separadas y con programas diferentes, constituye un claro ejemplo y digamos de paso, que esa segregación no se resuelve, en muchos casos, en la escuela mixta y es necesario seguir avanzando hacia una auténtica coeducación. Otra discriminación es la que se ha venido produciendo entre los centros urbanos y las zonas rurales, en beneficio de los primeros y en perjuicio de las segundas. Los niños y niñas de las zonas rurales han tardado más tiempo en ser escolarizados y han padecido, y en ocasiones siguen padeciendo, agravios comparativos. En España la minoría étnica más numerosa la constituyen los gitanos. En los últimos años se están produciendo intentos serios y loables de integración de esta minoría y de garantizar su derecho a la educación, pero durante siglos, la minoría gitana no ha estado escolarizada y se ha considerado con indiferencia que su forma de vida era incompatible con la escolarización. No es ocioso recordar que integrar quiere decir respetar la cultura, las señas de identidad de las minorías. Como tendencia antagónica a la integración se habla de asimilación o aculturación, que consiste en obligarles a desprenderse de sus señas de identidad para acomodarse forzadamente a un modelo ajeno. El problema se reproduce hoy día con los hijos de los inmigrantes, o lo que es lo mismo, la inmigración de segunda generación. Los hijos de inmigrantes tienen derechos que han de hacerse efectivos y su integración educativa y cultural ha de hacerse desde el respeto a su cultura, su religión y sus señas de identidad. Otra discriminación lacerante ha sido la padecida por los disminuidos psíquicos, físicos y sensoriales. En muchas ocasiones, el grado de discapacidad es profundo y necesita ser atendidos en Centros especializados, pero en otras muchas, se les ha marginado, sin tener en cuenta que lo que estos niños y niñas tienen son necesidades educativas especiales, pero están perfectamente capacitados para convivir con los demás en las aulas. Un niño ciego, una niña parapléjica... tienen una carencias determinadas, pero la solución no puede radicar en apartarlos como si no fueran normales y reunirlos en Centros especiales, por el contrario, su desarrollo equilibrado será mucho más factible en contacto con todos los demás aunque las Administraciones Públicas han de dotar a los Centros de infraestructuras y recursos humanos para que esa integración sea compatible con la calidad educativa y el cumplimiento de los fines de cada ciclo y etapa. Lo mismo podríamos decir de los niños y niñas seropositivos. El VIH/SIDA es la pandemia de nuestro tiempo pero una sociedad democrática y sana no puede rechazar como apestados a los niños seropositivos o enfermos. Conocemos hoy con precisión las formas de transmisión del VIH/SIDA. Y podemos tomar las precauciones oportunas para evitar el contagio sin tratar a estos niños como chivos expiatorios ni añadir más sufrimientos a su trágica situación personal. Otra discriminación o segregación parcial es la social o la que se debe a razones económicas y culturales. Los niños y niñas que pertenecen a familias con un buen nivel social o cultural disponen de material de apoyo, de libros en casa, de profesores particulares y de la posibilidad de viajar o de realizar estudios en el extranjero. Otros niños y niñas están privados de estas ventajas y para ellos el aprendizaje es mucho más duro, de ahí que la Escuela Pública haya de luchar contra todo tipo de desigualdades y favorecer con atención especializada becas y ayudas para que ningún niño o niña con capacidad se vea privado de proseguir estudios como de que el mal llamado fracaso escolar acabe por convertirse en fracaso social, perpetuando las desigualdades existentes. En el modelo de Escuela Pública que propugnamos, cualquier segregación, marginación o discriminación debe ser incansablemente combatida; de ahí que frente al pluralismo de Centro que es intrínsecamente discriminatorio apostamos decididamente por el pluralismo en los Centros que es favorecedor de la integración, la convivencia y la igualdad de oportunidades. D. Gestionada por la comunidad educativa Decir que la Escuela Pública debe estar gestionada por la Comunidad educativa es afirmar su carácter democrático. La Escuela es una institución socializadora cuya misión fundamental es preparar a niños, niñas y adolescentes para que aprendan a desenvolverse adecuadamente en la comunidad en que viven y se conviertan en ciudadanos y ciudadanas responsables. Para nosotros, la gestión democrática de los Centros es también un indicador de calidad. Durante muchos años se ha considerado que el profesorado era quien tenía que tomar todas las decisiones y muy especialmente la dirección o Equipo Directivo. Si nos damos cuenta este modelo es rígidamente jerárquico. Muchas son las deficiencias y disfuncionalidades de los Consejos Escolares, pero el mero hecho de que un órgano de participación y toma de decisiones esté compuesto por Padres y Madres, profesores y alumnos, supone una invitación a que la Comunidad Educativa del Centro se implique real y efectivamente en su gestión. Dice un refrán castellano «no se ganó Zamora en una hora». Un funcionamiento secular no se modifica de la noche a la mañana. El profesorado tiene sus resistencias e inercias y los padres, madres y alumnos carecen de hábitos participativos. Sin embargo, pocos podrán dudar que a mediados de la década de los noventa, la presencia de padres y madres en los Centros se ha hecho notar.
La visión tradicional consistía en elegir, cuando era posible, un Centro y no traspasar los límites de la verja. El modelo participativo y de gestión democrática de los Centros supone ir dando pasos firmes para que el profesorado, padres, madres y alumnos, se comprometan y se corresponsabilicen en el funcionamiento del mismo. Por otro lado, más allá del Consejo Escolar, existe la A.P.A. Los Padres y Madres asociados pretenden con su presencia en los Centros no resolver los problemas personales de sus hijos, sino mejorar la Escuela Pública, hacerla más participativa y lograr que aumente la calidad. Las actividades que las APAs han venido desarrollando en los últimos quince años, han contribuido a hacer los Centros más participativos y las charlas, talleres, Escuelas de Padres y Madres, etc. han propiciado una reflexión serena sobre la implicación de la sociedad en la Escuela. Complementariamente a todo esto las APAs también han puesto a disposición del Centro recursos económicos y humanos que han posibilitado acometer determinadas tareas. E. Abierta a su entorno Creemos que una Escuela que no está en estrecha vinculación y relación con el medio en el que se ubica no puede cumplir una finalidad educativa, languidece y se asfixia. Siempre nos ha parecido que esos Centros de élite, situados a varios kilómetros del domicilio familiar y que obligan a niños y niñas a largos desplazamientos en transporte escolar, actúan negativamente, porque al sacarlos de su entorno los desarraigan. Si la Escuela tiene esencialmente una función socializadora, la proximidad del Centro educativo al hogar familiar favorece la integración en ese medio. Los niños y niñas van a la Escuela a pie, se acostumbran desde muy pequeños a conocer las tiendas del pueblo o barrio, sus plazas y la dinámica vital y social. Sin embargo, la apertura de los Centros al entorno, tiene que, necesariamente, ir más allá. Han de organizarse salidas y visitas para conocer el medio físico: el río, si lo hay, parques... y también aquellos lugares de interés histórico y artístico: museos, salas de exposiciones, monumentos, catedrales, etc. Las posibilidades de apertura al entorno tampoco acaban ahí, sino que se prolongan con otras visitas a un periódico, emisoras de radio, TV local, a una fábrica, a la Agencia de Medio Ambiente, a una biblioteca pública, etc. para que los niños y niñas no sólo conozcan el medio en el que viven, sino también sus problemas, se sientan parte de ese medio y se impliquen en la solución de los problemas. La apertura de los Centros al entorno ha de hacerse en una doble dirección: que el Centro se proyecte sobre el entorno y abrir el Centro al entorno. Así, por ejemplo, invitando a que intervengan en charlas, debates, talleres a Asociaciones u Organizaciones ecologistas, pacifistas, consumeristas, y debatiendo en el Centro cualquier problema que afecte al barrio o comunidad. De esta forma, junto a la tarea estrictamente educativa, la Escuela cumplirá su función socializadora y trabajará en una línea tan positiva que implicará a los niños y niñas en el conocimiento y actuación sobre su realidad social más inmediata. F. Orientada a conseguir el desarrollo integral de la personalidad La Escuela es, por un lado, un instrumento para transmitir conocimientos y valores y, por otro, una institución que debe estar al servicio del desarrollo integral de la persona. Frecuentemente la Escuela ha pecado de un excesivo intelectualismo, olvidándose o haciendo vejación de otras facetas como el desarrollo de la habilidad manual, de la Educación física o de la Educación moral. Los Padres y Madres creemos que las materias o ejes transversales de la L.O.G.S.E.: (educación para la salud, para la paz, para el consumo, para el medio ambiente, vial, moral y no-sexista) tienen una enorme capacidad virtual para favorecer la formación de una personalidad equilibrada. Por la importancia que poseen estos temas, muchos de los títulos de la presente colección de TEMAS DE ESCUELAS DE PADRES Y MADRES están dedicados a tratar los ejes transversales. Dentro de las limitaciones de espacio de unos materiales como éstos, nos gustaría indicar algunos aspectos que consideramos imprescindibles para ese desarrollo integral: 1. Razonamiento. Método científico. Herencia cultural. Humanismo. Un niño o una niña ha de empezar a razonar, a relacionar ideas y a resolver problemas intelectuales. Ha de conocer el método científico y de la Naturaleza y, sobre todo, debe aplicarlo experimentalmente. Junto a esto, complementando al conocimiento intelectual y al método científico, debe conocer y valorar la tradición cultural y las bases del humanismo para tener claro en la vida que la ciencia ha de estar al servicio de la humanidad y que la dignidad de las personas es inalienable. 2. Desarrollo moral. Desarrollo físico. El desarrollo intelectual y moral bajo ningún concepto debe ser incompatible con el desarrollo físico. Recordemos el precepto clásico «Mens sana in corpore sano». El equilibrio pasa por desarrollar la psicomotricidad, alcanzar la forma física y practicar algún deporte, al mismo tiempo que se avanza en el desarrollo intelectual y moral. De lo contrario, se pueden producir descompensaciones que traigan como indeseable corolario la inmadurez o la atrofia de capacidades y potencialidades. 3. Afectividad. Imaginación. Creación artística. La Escuela también ha de cuidar para que el desarrollo sea armónico. La afectividad, la imaginación y la creación artística deben cultivarse en todo proyecto educativo. No podemos permitir por más tiempo que los niños y niñas sigan convirtiéndose en agentes repetidores de fórmulas y conocimientos teóricos. Hemos de estimular y crear espacios para que expresen su sensibilidad a través del dibujo, la pintura, la música, la creación literaria o la reflexión ética o filosófica. 4. Espíritu crítico. El desarrollo integral de la persona, no podrá realizarse si no se sustenta sobre unos cimientos de espíritu crítico. En el modelo social en que vivimos recibimos más información de la que somos capaces de asimilar. De ahí la importancia de saber buscar y seleccionar la información y de formar la propia opinión después de someter a un proceso selectivo las informaciones recibidas.
5. Autonomía personal y asertividad. Una persona heterónoma será siempre dependiente e, incluso, fácilmente manipulable, por tanto, el desarrollo integral de la personalidad debe potenciar la autonomía del niño y niña convirtiéndolos en protagonistas de su proceso de aprendizaje, propiciando que desarrollen su capacidad de tomar decisiones y, paralelamente, responsabilizándoles de las consecuencias y de las opciones que, eventualmente hayan tomado. Un valor ligado a la autonomía es la asertividad, que consiste en exponer y defender nuestras propias convicciones, criticando las ideas de otros. Lo respetable, lo inalienable son las personas, las ideas pueden debatirse y criticarse. Si no desarrollamos la asertividad no estaremos en condiciones de vencer las presiones del grupo o iguales y las ideas establecidas y se verá dificultado su proceso de maduración. Evidentemente, las metodologías activas y, sobre todo, participativas favorecen, extraordinariamente, la autonomía personal, en tanto que las metodologías tradicionales, donde el profesor es el dueño del saber, de los ritmos y de los tiempos, favorecen las conductas heterónomas, la sumisión a la jerarquía, la pasividad y el sometimiento a los poderes establecidos. 6. Tolerancia y solidaridad. El pleno desarrollo de la personalidad no finaliza en el propio individuo sino que abarca su relación con los demás. En el desarrollo armónico de la persona ha de incluirse la tolerancia. Las sociedades cerradas y los integrismos y fundamentalismos odian lo que vienen de fuera y demonizan al disidente, por el contrario, un espíritu tolerante sabe apreciar el enriquecimiento que supone la diferencia y las ventajas que se derivan de entablar relaciones con personas de distinta cultura, creencias, etc. Por extraño que pudiera parecer a simple vista, en la tolerancia está la base de la solidaridad, pues, sólo quien acepta el enriquecimiento de la diferencia puede ponerse en el lugar del otro o de la otra. 7. Solertia, ocio y tiempo libre. El desarrollo de la personalidad está también vinculado a la potenciación de la solertia. Solertia es un término latino que alude a la disponibilidad para enfrentarse a los cambios y situaciones nuevas sin angustia. Vivimos un momento histórico caracterizado por una serie de transformaciones aceleradas debido a los avances tecnológicos, de la microelectrónica, telemática, etc. Estos avances hacen que muy pronto las novedades queden viejas y obsoletas y, al mismo tiempo, hemos de enfrentarnos permanentemente a cambios y transformaciones en las relaciones personales, en la vida laboral y en la dinámica social. Por ejemplo, frente a otros momentos históricos, hoy es frecuente que a lo largo de la vida se cambie tres o cuatro veces de profesión u oficio, y, permanentemente, hemos de estar adaptándonos a transformaciones diversas. El desarrollo integral pasa también por una educación para el ocio y tiempo liberado que nos acostumbre a disfrutar y a compensar en nuestro ocio la rutina de nuestra vida escolar o laboral. La solertia es muy útil para acostumbrarnos a vivir los cambios sin angustia, para encontrar placer en acometer nuevos retos y para enriquecernos con experiencias nuevas. La rutina nos paraliza y atrofia, mientras que las nuevas expectativas despiertan nuestra inteligencia y nos preparan para afrontar las situaciones nuevas con valentía y decisión. 8. Preparación para la vida. La Escuela Pública ha de preocuparse por dotar a los alumnos de un sentido vital de la existencia y por prepararlos para la vida. De ahí el que deba practicar la apertura de los Centros al entorno y cultivar y potenciar todo lo que favorezca la capacidad de niños y niñas para establecer relaciones sociales, cooperativas y para aprender a buscar aficiones que ayuden a un desarrollo equilibrado. Obviamente, educar para la vida jamás podrá ser objeto de una materia o materia reglada pero, aprender a respetar la Naturaleza, darnos cuenta de que los problemas son cada vez más globales y que debemos estar implicados en el desarrollo del Tercer Mundo, aprender a valorar nuestro Arte, nuestra Cultura, nuestra Lengua, etc. sin afán exclusivista y en un proceso abierto al enriquecimiento que supone el contacto con otras personas y otras ideas y, sobre todo, el tomar conciencia de que la vida tiene facetas duras y que un espíritu fuerte capaz de superar adversidades, flexible y tenaz es la mejor garantía para no venirse abajo en los momentos difíciles y superar las adversidades. Por eso, el trabajo en equipo, el fomento de la comunicación horizontal y el desarrollo de hábitos y valores cooperativos es tan importante como la adquisición de conocimientos científicos y humanísticos. 9. Laica. El modelo de Escuela Pública que defendemos debe asumir como propio el legado del laicismo. El modelo de Escuela Pública que defendemos ha de ser respetuoso con todas las creencias e integrador de todas las ideologías, entendiendo ideología como visión de la realidad. No obstante, dado que la Constitución separa con nitidez Iglesia de Estado, entendemos que los valores de pluralismo y de compromisos éticos del laicismo deben estar presentes en las aulas, precisamente, para evitar discriminaciones y para respetar la libertad de conciencia. El documento completo en la página de la CEAPA |
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