C-073 Maestros  ayer, compañeros  mañana (Arranz)

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MAESTROS DE AYER, COMPAÑEROS DE MAÑANA

Desconfía de aquellos que te enseñan

listas de nombres, fórmulas y fechas

y que siempre repiten modelos de cultura

que son la triste herencia que aborreces.

No aprendas sólo cosas, piensa en ellas

y construye a tu antojo situaciones e imágenes

que rompan la barrera que aseguran existe

entre la realidad y la utopía (... )

Después sal a la calle y observa:

es la mejor escuela de tu vida.

Bien podían servir estos versos de Agustín Goytisolo para hacer un breve examen de conciencia sobre nuestra acción educativa.

Vivimos un momento de gran confusión. La crisis en que nos vemos sumidos no se refiere exclusivamente a si la educación cumple con los objetivos sociales asignados tradicionalmente o no; el problema es no saber exactamente qué finalidad debe cumplir ni hacia dónde debe orientar sus acciones. Una de las primeras víctimas ha sido, sin duda, el profesor. Pendiente él mismo de redefinir su perfil, sus atribuciones y el papel que ejerce o debería ejercer en el proceso educativo, se encuentra a caballo entre los intentos, a veces quijotescos, por parte de voces oficiales de dignificar su labor y, por otra, la permanente contestación a la misma. La LOGSE se apoya, sin embargo, en el profesor como agente mediador e ineludible de tal proceso.

De aquellos polvos, estos lodos

Algunos factores que han propiciado este desconcierto tienen que ver tanto o más con los profundos y acelerados cambios que se están produciendo en la matriz socio-cultural que con los aspectos estrictamente pedagógicos o didácticos. Algunos agentes que han afectado a la imagen del docente son:

Crisis del oficio de mediador. El profesor ha sido siempre intermediario entre la ignorancia y la cultura, entre la infancia y los adultos, entre la familia y la sociedad. Hoy resulta cada vez más cuestionable el protagonismo exclusivo de la escuela en este campo. Se habla incluso de transversalizar los transversales, de extenderlos a otros campos fuera del Colegio. Existen otros muchos mediadores, agentes de socialización de los alumnos: el grupo de amigos, la televisión, etc.

Ruptura del consenso social sobre Educación. En España, no existe acuerdo sobre cómo, desde qué presupuestos y en qué condiciones educar. Ha variado substancialmente, además, el apoyo que la sociedad prestaba a la escuela.

Dejación o inhibición educativa de otras instancias socializadoras. "Que eduquen a mi hijo, para eso pago". La especialización, el ritmo moderno de vida y una concepción reduccionista de la educación proyecta adagios como éste. Queda mucho por avanzar en la corresponsabilidad, incluso de los elementos meramente instruccionales.

Efectos de la racionalidad tecnológica. El maestro debe limitarse a enseñar a aprender. No puede competir en modo alguno con las autopistas y almacenes de información. Al miniaturizarse y movilizarse la tecnología, también el espacio escolar tradicional llegará a quedar obsoleto. El niño podría adoptar formas nómadas de aprendizaje. El sabio y el humanista son sustituidos por el maestro experto.

Pérdida de valoración y plausibilidad social del profesor. Han pasado los tiempos del dómine Cabra, ignorante, avaricioso y cruel. Atrás quedaron también los filántropos de la cultura, los mártires que confundían trabajo y misión. La funcionarización del profesorado les ha situado en una galería más del complejo entramado social. Agentes de socialización, funcionarios de la instrucción, han perdido la significatividad de antaño.

Escasez de medios y recursos. Esta es la batalla continua con los responsables políticos. Es la argumentación habitual en el debate entre la iniciativa privada y la instrucción pública.

Cambios constantes en los contenidos curriculares. España sostiene, en la actualidad, con no pocas dificultades, tres planes diferentes de educación. Las últimas tentativas por acompasar los planes de estudio a las necesidades y deseos de los verdaderos protagonistas del proceso educativo no acaban de cuajar. Exagerando, para muchos no parece que la tecnología o algunas optativas deban competir con asignaturas tradicionalmente consideradas corno "troncales".

Ausencia de un paradigma claro sobre las relaciones profesor-alumno. Unos hablan del maestro preceptor, compañero o terapeuta (según los modelos influidos por el naturalismo, la educación libertaria o la orientación clínica); otros del maestro orientador, tutor o consejero (desde perspectivas más convencionales o de la psicoterapia de Rogers). Y con todo ello, la LOGSE afirma sin ambages la necesidad de asumir todas estas funciones del educador.

Legitimando y Justificando la apatía

También desde la teoría social o pedagógica se cuestiona la acción educativa. La Pedagogía, dice A. Ayuste (Cuad. Ped 254,80), no tiene que ver únicamente con las prácticas de enseñanza, sino que implica también un reconocimiento de las políticas culturales que sustentan tales prácticas. Son dos fundamentalmente:

1. Pragmatismo exagerado o moderado

El ideal ilustrado, dominado por la razón instrumental, mide, valora y cuantifica todo en términos de productividad y eficacia. El proyecto pedagógico de la modernidad exalta lo nuevo, la razón y la verdad objetiva. La función de los educadores será transmitir la verdad y los valores universales. La escuela ha de formar ciudadanos que transformen la sociedad. Lo propio del aula es el aprendizaje de las habilidades instrumentales y el conocimiento del mundo objetivo. Esta concepción potencia una serie de habilidades y destrezas y margina otras dimensiones de la personalidad humana como la participación social, la comunicación, el desarrollo personal, la autoestima. En la versión más rigorista, es la sociedad la que debe determinar los fines de la escuela: proporcionar los elementos que necesita desde el punto de vista industrial-tecnológico; gente bien formada, buenos profesionales, agentes eficientes.

 

2) Culto postmoderno a la diversidad y el rechazo a educar

El pensamiento postmoderno se rebela contra los principios ilustrados de la totalitarización de la razón y el sentido único de la historia. Después de la sociología o la pedagogía de la reproducción (de los modelos sociales), vino la crítica.

La ciencia, la verdad, la filosofía, los valores son algunos de los metarrelatos posibles. Las grandes ideas, los grandes relatos desaparecen. La disolución de la historia supone también el fin de los conflictos y la muerte de las ideologías. La única certeza universal es el relativismo: todo vale o lo que es lo mismo, todo permanece igual. El objetivo educativo no es profundizar en los valores democráticos o aprender a respetar la diferencia, sino que todos los niños y niñas sean felices sin importar el modo de lograrlo. La mayoría de las leves de reforma educativa consagran el respeto a la diversidad o a la diferencia. Este hecho justifica la existencia de itinerarios curriculares distintos en función de las diversalidad individual y grupal. Sin embargo, la sociedad no sólo es diversa sino y sobre todo desigual. La orientación predominante de una sociedad desigual tiende a que estos itinerarios curriculares retuercen las desigualdades sociales existentes.

Todo esto ha producido un sentimiento de provisionalidad y confusión. Muchos profesores se han refugiado en lo más fácil: la inercia, la seguridad del inmovilista convencido de que todo lo hace bien; en el cálido abrigo de sus asignaturas, buscando la paz y la tranquilidad: ¡Viva la información!, ¡Abajo la educación!, "yo enseño de lo mío que de eso sé".

 

Las 3 roles básicos a recuperar o por inventar

Pese a los temores anunciados, no parece que la era del profesor está a punto de finalizar. Tendrá que reorientar y redefinir los tres roles básicos que articulan su acción educativa: primero, el rol técnico; el que se asocia a los aspectos éticos en segundo lugar y, finalmente, el que se vincula a la satisfacción de las necesidades de autorrealización de sus alumnos y de sus demandas de felicidad.

*El maestro clásico instruye magistralmente: hace el trabajo, planifica las lecciones, asigna tareas, dicta clases, interroga a los alumnos, expende exámenes. El maestro de hoy funcionará mejor como director técnico de los alumnos que como proveedor de información. Los estilos docentes se acercarán más a las estrategias constructivistas y a la nueva retórica de la comunicación.

Las primeras fomentan la participación interactiva y democrática de todos los sujetos que concurren en la construcción del currículo. Bajo esta perspectiva, también aprenderá a participar y ser miembro de un equipo sin olvidar que él mismo aprende más en la experiencia compartida y contrastada que en su educación formal de filosofía educacional, psicología evolutiva, etc.

Estos nuevos retóricas, a caballo entre la mayeútica socrático que ayuda a sacar las potencialidades de sus alumnos, y los sofistas que relativizan las normas morales del saber, se legitiman por la eficacia del método y por su tolerancia a la diferencia. Este nuevo preceptor humanista, supongo que no intentará competir con los nuevos medios tecnológicos sino que enseñará fundamentalmente a pensar y a aprender.

* Los profesores funcionarizados, recluidos en sus respectivas asignaturas que han renunciado a su labor de mediadores éticos y socializadores, son unos ingenuos. Como sostiene Marina, el educador de enseñanza obligatoria educa siempre, por acción o por omisión. Cuando se pretende no educar, eludiendo tal responsabilidad, se hace del peor modo: siendo un transmisor pasivo y acrítico de las presupuestos educativos del sistema. El docente ha sido, es y será un agente socializador de primer orden.

Tanto si es consciente como si no, los valores, actitudes, su forma de plantear los problemas, su modo de vida y otras pautas de conducta que muestra, constituyen un marco de referencia normativo para las personas en formación. Aparte de esta transmisión implícita de valores, es necesario que el profesor se implique personalmente en el proceso de clarificación de valores de sus alumnos, evitando el dejárselo a los "especialistas": profesores de religión, de ética, tutores.

* Cada día es más importante el papel del profesor como orientador del proceso de decisión de los alumnos: orientarles y darles criterios para que puedan ir tomando sus propias decisiones a la hora de fijar su currículo, informarles y orientarles sobre las conexiones de sus estudios con los futuros estudios universitarios y con los diversos ejercicios profesionales, interesarse y aconsejarles sobre las dificultades que se le presentan en los proce aprendizaje.

En la motivación de alumno, ninguna técnica didáctica grupal substituye el contacto personal, el diálogo, el saber escuchar, el ayudar a que el alumno aclare sus sentimientos frente a las tareas escolares. En este campo, posiblemente no tendrá éxito el profesor genial, intelectual brillante, sino aquel que posea una inteligencia emocional desarrollada, es decir, con autoestima, autocontrol, empatía, p verancia y capacidad de motivar a otros.

El profesor compañero, que no colega, capaz de motivar a sus alumnos está en las antípodas del retrato de Goytisolo:

Después me fui al colegio,

con pan y con adioses,

pero me acompañaba

la tristeza. El maestro

graznó: pequeño niño,

no sirves para nada.

 

La empatía es la actitud fundamental para que un encuentro sea eficaz. Para que un diálogo se convierta realmente en relación de ayuda, es necesaria una fuerte componente empática por parte de quien se acerca al alumno. Más que afecto y calor (simpatía), se trata de recepción y comprensión de los estados emotivos. Es como un sexto sentido, una forma instintiva de meterse en su experiencia y comprenderlo desde su punto de vista. Es ponerse a sí mismo entre paréntesis momentáneamente y caminar un trecho con sus zapatos. En el fondo, se trata, de transmitir comprensión. No basta con que creamos que hemos comprendido a la otra persona. Hay que esforzarse por hacerle ver que le hemos comprendido. La empatía es la capacidad de captar las vivencias del otro, de penetrar en su afectividad, de vibrar con sus expectativas, sus miedos.

En la armonizacion y equilibrio de estos tres roles básicos (técnico, mediador ético y orientador), se está jugando mucho la función que los profesores ejercen en la sociedad. La formación científica y pedagógica es fundamental, pero resulta a todas luces insuficiente mientras no tengamos claro el papel social y la labor básica de acompañar procesos. Indicativos de este avance serán: su capacidad para colaborar con otros compañeros, la habilidad para entender y hacer operativo la diversidad de sus alumnos, viviéndola como una riqueza más que como amenaza; profesores que viven en formación permanente, que se autoevalúan y, que no renuncia a su papel como educador en valores.

-Para saber más-

-GERSTNER,L.V, SEMERAD,R.D., DOYLE,D.Ph., JOHNSTON,W.B., Reiventando la educación. Nuevasformas de gestión de las instituciones educativas. Paidós. Barcelona, 1996.

-ALONSO,J. y CATURLA,E., La motivación en el aula. PPC. Madrid, 1996.

-ESCOLANO,A., "Maestros de ayer, maestros del futuro", Vela Mayor 9 (1996) 41-48.

-MARINA, J.A., El laberinto sentimental. Anagrama. Barcelona, 1996.

-BERMEJO,J.C., Relación de ayuda. En el misterio del dolor. S. Pablo, Madrid, 1996.

 

Para pensar un poquito...

Completa, corrige o discute los factores que han propicia este desconcierto entre el profesorado y su acción educativa.

¿Con cuál de estos tres roles o funciones primordiales te sientes más identificado?

 

¿ Cómo equilibrarlos o cómo completar estas funciones básicas, asignadas a los educadores?

 

¿Qué entiendes tú por empatía, por relación de ayuda? ¿bajo qué presupuestos y en qué parámetros la estableces?

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