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1. En primer lugar y como punto de partida general, entendemos que la enseñanza y el aprendizaje necesitan estar vivos, en amplio sentido del término, y que la educación es, ante todo, un proceso vital, en el que la mera instrucción escolar juega solamente un papel organizativo y metodológico. La tarea a emprender resulta, así, clara: sustituir los actuales esquemas de comportamiento pasivo (alumnado y profesorado mediatizados por la mera transmisión, poco eficaz por lo demás, de contenidos), por formas de relación marcadas por la investigación-acción en el medio escolar y vital.

2. Los desarrollos curriculares de la E.S.O. han de tener en cuenta la existencia de estadios de desarrollo, no solamente en la selección de contenidos, objetivos y finalidades sino también en la planificación del propio proceso de aprendizaje. Sería un error considerar que durante todo ese ciclo los alumnos y alumnas de 12 a 16 años de edad no experimentan evoluciones significativas respecto de su propia organización cognitiva, su relación consigo mismos y con el entorno físico-natural y sus interacciones en el mundo social y cultural. Es necesario establecer las secuencias de aprendizaje y la planificación de las intervenciones educativas teniendo en cuenta las situaciones iniciales personales y grupales con las que los individuos inician su participación en el desarrollo curricular (conocimientos e ideas previas, valoraciones apriorísticas y posiciones afectivas respecto de la institución escolar y sus implicaciones.

3. Las experiencias escolares han de tener como finalidad última promover el desarrollo psicológico, personal y social de los alumnos y alumnas mediante la asimilación crítica y creativa de la experiencia social y culturalmente organizada.

4. El despliegue curricular más eficaz y conveniente es el que parte de la posición sociocultural previa de los individuos y el que tiene en cuenta, como venimos diciendo, sus intereses, necesidades y diversidad, usando sus capacidades y sus niveles de desarrollo, pero no para acomodarse a ellos, sino para hacerlos progresar. Este progreso se consigue cuando el aprendizaje es significativo y no repetitivo, construido personalmente, crítico con los propios esquemas anteriores y organizado según la estructura peculiar que cada sujeto desarrolla para la interpretación de la realidad y para la intervención en ella. ~

5. La significatividad de los aprendizajes está directamente relacionada con la motivación, con la actitud favorable por relacionar los nuevos contenidos con las ideas y situaciones de partida, con su funcionalidad y con la elección del contenido mismo de los aprendizajes. Las estructuras adquiridas (informaciones, valores, actitudes, relaciones, etc.) han de ser efectivamente utilizadas cuando las circunstancias en que se pueda encontrar el alumno/a lo demanden

6. La actividad relacional que los individuos ponen en marcha al adquirir aprendizajes significativos ha de ser considerada como el momento más interesante de todo el proceso desde el punto de vista psicológico, en detrimento de anteriores consideraciones sobre el aprendizaje como memorización mecánica y repetitiva y sobre la enseñanza como transmisión pasiva y acumulativa de los conocimientos.

7. El objetivo final e irrenunciable de la psicología educativa es, desde esta perspectiva, favorecer la adquisición de estrategias cognitivas de exploración, descubrimiento, valoración, planificación y regulación de la propia actividad del sujeto. En definitiva, la modificación de los esquemas de conocimiento en el contexto escolar -como el conocido proceso de equilibrio inicial, desequilibrio y estabilización posterior-, ha de venir apoyada por un grupo de estrategias favorecedoras y motivadoras, sin olvidar la necesaria actitud del profesorado a investigar sus propias relaciones de comunicación, sus planteamientos metodológicos y sus intervenciones didácticas.

8. Convertir progresivamente la educación en una verdadera estimulación intelectual y personal que lleve a sus intérpretes a entender y modificar las relaciones y a configurar activamente su desarrollo vital. Ésta ha de ser, en suma, la meta final de todo proceso verdaderamente innovador; por tanto, es necesario ir distanciándose de la concepción tradicional que se ha venido haciendo aplicando en esta etapa educativa de la Enseñanza Secundaria y abrirse a nuevas posibilidades que desde la psicopedagogía se nos ofrecen para entender de otro modo el hecho escolar. Más que de transmitir contenidos destinados a ser acumulados de forma sumativa y acrítica, la educación secundaria ha de procurar facilitar al sujeto la adquisición de estructuras mentales (cognitivas y socioafectivas) y de actitudes que le faciliten la labor de crear y transformar el medio natural y cultural donde se desenvuelve.